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Liberando a Keiko


A lo mejor Keiko no te suena, pero si te digo que era la orca que encarnó a Willy en Liberad a Willy, valga la redundancia, seguro que ya le pones “cara”.

La verdad es que la historia de Keiko, o si lo preferís de Willy es una historia triste, como la de cualquier animal salvaje que es capturado y esclavizado. Pero contextualicemos un poco y hagamos un breve repaso acerca de la compleja estructura y vida social de las orcas, para poder entender la tragedia de la vida de Keiko.

Las orcas son mamíferos sociales que viven en grupos. Dependiendo del espacio y la comida disponible, estas agrupaciones pueden estar formadas hasta por 100 individuos, aunque lo habitual es que se sitúe en torno a los diez. La estructura social de estas manadas gira en torno a una hembra líder la cual convive con sus hijos de ambos géneros y las crías de sus hijas, pudiendo encontrarse animales de hasta cuatro generaciones conviviendo en el mismo grupo.  Tampoco es infrecuente la existencia de clanes, que están formadas por la asociación varias hembras con un origen ancestral común y sus respectivos descendientes.

La orca Keiko imagen extraída de la revista New Scientist

Aunque hay muchos aspectos de la vida de las orcas que aún nos son desconocidos, la complejidad de su estructura social es un hecho científicamente probado.

Las orcas disponen de un desarrollado sistema vocal, que les permite comunicarse entre sí. De hecho se sabe que cada grupo dispone de un repertorio vocal único, denominado dialecto, que además de facilitar la comunicación, generan cohesión y facilita a sus miembros una identidad. El dialecto es aprendido a través del contacto con la madre y los hermanos, no siendo posible para otros animales de la misma especie compartir estas vocalizaciones.

También son grandes depredadores y cazan presas tanto de sangre fría, todo tipo de peces, como caliente, mamíferos como focas y marsopas son lo más frecuente, pero tampoco les hacen asco a las aves, como pingüinos o gaviotas. Son animales voraces e inteligentes, a los que su organización social y su sistema de comunicación permite el desarrollo de enrevesadas técnicas de caza.
Otra característica de la vida social de estos grandes cetáceos se basa en su capacidad de imitar y transmitir conocimientos a otros individuos lo que conlleva un largo proceso de aprendizaje y lo que ha hecho que en algunos casos la comunidad científica hable de una forma de “cultura”.

Vale, volvamos a Keiko.

Keiko, cuyo nombre por cierto, en japonés significa afortunado, tenía aproximadamente unos dos o tres años de edad, cuando la capturaron en Islandia. Si tenemos en cuenta que en libertad pueden vivir hasta los cincuenta, es fácil deducir que Keiko, era tan solo “un cachorro” en aquel momento. Un cachorro de orca, que apenas había comenzado su aprendizaje del complejo funcionamiento social de las orcas, es decir, Keiko desconocía aún lo que significaba ser una orca, cuando pasó a formar parte del “espectáculo” marino del acuario Saedyrasfnid.

De ése parque acuático, a lo largo de once años, fue pasando por otros tanto en su país de origen, como al otro lado del charco en Canadá y Ciudad de México. Fue en esta última localización donde a principios de 1990, Hollywood la ficha para participar en la película Liberad a Willy (1993) a la que siguieron las secuelas  Liberad a Willy II (1995) y Libertad a Willy III (1997).

Cartel de la Película Liberad a Willy de 1993. Imagen de Filmaffinity
Paradójicamente es gracias a la saga cinematográfica,  que las condiciones de vida de Keiko y sus enfermedades físicas se hicieron evidentes. Su gran éxito mediático, hicieron a Keiko protagonista de múltiples publicaciones y campañas. De hecho ya en 1994 se crea la Fundación Liberad a Willy (Free Willy Keiko Foundation) en la que participan (Agárrense los machos) sus entrenadores (vale); sus fans (ok); la organización ecologista Earth Island Institute (lógico y normal); el millonario Craig McCaw (bueno mira un filántropo rico) y tatachán: La Warner Bross que había sido la productora de todas sus películas. a través de la fundación consiguieron recaudar 20 millones de dólares (ahí es nada) que sirvieron para iniciar la rehabilitación de Keiko antes de su liberación.

Su proceso de rehabilitación a la vida salvaje fue largo, tras pasar por varios centros y ser entrenada para cazar, bucear e incluso ignorar a todos los barcos, Keiko fue liberada en 2002 en Islandia. Era y ha sido la única orca capturada y posteriormente reintegrada al medio salvaje, pero por desgracia no se trató de un final feliz.

Keiko en 1998. Fuente NBC news

Keiko había sido monitorizada mediante sistemas de satélite y fue ese chip el que confirmó lo que muchos temían: Keiko había pasado demasiado tiempo en cautividad y no sabía relacionarse con otras orcas.

Keiko nunca llegó a integrarse en otros grupos de cetáceos, al contrario, perseguía barcos y se acercaba a las poblaciones humanas con las que interactuaba. En vista de éste fracaso, sus cuidadores habilitaron una bahía en Noruega, en la que Keiko vivía en semilibertad.

Falleció apenas un año y medio más tarde, por una neumonía.

Como dato curioso sabed que Keiko fue enterrada en tierra firme, a orillas de un fiordo noruego, donde reposa en la muerte, al igual que lo hizo en vida: a medio camino entre la vida humana y la marina.



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