Supongo que, como le pasa a mucha gente, mi gestión del tiempo es más bien regulera, por eso a veces, como ahora, intento abarcar tanto que no llego ni a cumplir la mitad de lo acordado... Seguro que te estás preguntando, qué tripa se me ha roto para estar soltando ahora este rollo. La respuesta corta es ninguna, soy así de cansina; la larga, viene a ser un intento de disculpa por estar publicando últimamente sin regularidad. Sea como fuere, vamos al lío con el tema que nos ha traído hoy aquí: Por circunstancias de la vida, hace más de un mes me tropecé con este perro que adornaba el pie de una estatua en el puente de Carlos y a mí, como a los cienes y cienes de turistas, que, cual hordas de bárbaros, asolamos la ciudad de Praga, me llamó la atención que el chucho brillase, así que le tiré la foto que da pie a esta entrada. Seguí con mi vida (y mi ignorancia) y aunque había guardado aquella imagen, pensando en rebuscar después la historia de aquel chucho brillante, la realid...