Supongo que, como le pasa a mucha gente, mi gestión del tiempo es más bien regulera, por eso a veces, como ahora, intento abarcar tanto que no llego ni a cumplir la mitad de lo acordado... Seguro que te estás preguntando, qué tripa se me ha roto para estar soltando ahora este rollo. La respuesta corta es ninguna, soy así de cansina; la larga, viene a ser un intento de disculpa por estar publicando últimamente sin regularidad. Sea como fuere, vamos al lío con el tema que nos ha traído hoy aquí:
Por circunstancias de la vida, hace más de un mes me tropecé con este perro que adornaba el pie de una estatua en el puente de Carlos y a mí, como a los cienes y cienes de turistas, que, cual hordas de bárbaros, asolamos la ciudad de Praga, me llamó la atención que el chucho brillase, así que le tiré la foto que da pie a esta entrada. Seguí con mi vida (y mi ignorancia) y aunque había guardado aquella imagen, pensando en rebuscar después la historia de aquel chucho brillante, la realidad es que engullida por el día a día, me olvidé completamente de la foto.
Hoy tras tropezármela de casualidad en el móvil. He buceado en internete y estoy aquí, dispuesta a contárosla.
El perro en cuestión se encuentra en la base de la estatua de San Juan Nepomuceno. No os voy a mentir, le hice la foto al perro, no al obispo, pero haceros a la idea de que el señor pues tenía barba y vestimenta de pontífice. Por lo que se ve, el buen hombre se considera el primer mártir del cristianismo muerto por defender el secreto de confesión. Sin embargo, parece que hay ahí mucha literatura y poca historia.
La leyenda comienza en el momento de su muerte porque Juan Nepomuceno era el arzobispo de Praga, pero también el confesor de la reina consorte de Bohemia. Según esta versión, el rey Wenceslao de Luxemburgo, se fiaba más bien poco de la fidelidad de su mujer, por lo que lo que en medio de lo que viene siendo en un ataque de cuernos ante la negativa del arzobispo de confesar los pecados de la reina, le arranca la lengua y lo tira al río Moldava. Muy bonito y edificante todo. Para que su muerte no sea en vano, el papado lo nombra santo mártir. Así entre nosotros no sé yo si compensa mucho, pero tira que libras. Como historia hay que reconocer que no está mal. Hay un inicio, un nudo y un desenlace. El pie de la estatua recoge de hecho la representación de ese martirio y los expertos consideran que el perro y el soldado que aparecen en la foto que yo hice, son en realidad símbolos del deber (el soldado) y la fidelidad (el perro).
Bien, dónde está el truqui, en que en realidad la estatua fue esculpida en torno al siglo XVII, mientras que el arzobispo vivió y murió sin pena ni gloria en el siglo XIV. En esos trescientos años que median entre la historia real y la conmemorada, la Iglesia se dedicó a difundir el rumor del martirio y la confesión, sobre un asesinato que tiene todos los ingredientes para tener una motivación política.
Por lo que se sabe, el desencadenante del ajusticiamiento de Juan Nepomuceno, fue en realidad el nombramiento de un abad en la abadía benedictina de Kladruby cuyos recursos y poder territorial eran claves para el rey, que en ese momento se encontraba inmerso en una lucha intestina de poder con los nobles de Bohemia. Esto unido a que el rey apoyaba a un papa (el de Aviñón) y Nepomuceno a otro (el de Roma), hicieron que el monarca se deshiciese del incómodo arzobispo que no hacía más que llevarle la contraria.
Explicado así, tiene menos romanticismo, pero bastante realidad a tenor de la historia del Reino de Bohemia.
Vale, el señor éste podría o no ser santo, pero y el perro ¿por qué brilla?
Pues por la sencilla razón de que en Praga existe la costumbre adquirida en el siglo XX de tocar todo lo que brilla para asegurarse de volver a la ciudad, por ese motivo la mayor parte de las estatuas están pulidas por la acción de los visitantes que adoptaron esta tradición como una forma de participar en el folclore de la ciudad.
Así que por lo que se ve, el sr. Nepomuceno no fue mártir, pero si podemos utilizar la fe para pedirle al perro que obre un milagro, y nos permita volver a visitar Praga.
La foto es mía :) |
Y esto hay,
YWC
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