Esta entrada me cuesta bastante escribirla, tanto, que llevo desde el 1 de enero digiriéndola para poderla procesar. Dicen los manuales de psicología, que no hay mejor forma que afrontar un problema que ponerlo por escrito para darle orden a pensamientos, sentimientos e ideas, así que supongo que no hay mejor terapia que escupir hoy lo que siento en forma de obituario. El 1 de enero de este año se murió Nanda. Así de simple y sencillo. Mi perra, mi fiel compañera se fue, y un trozo de mí murió ese día con ella. Entonces, en aquel entonces que hoy se me antoja tan lejano, desde mi ingenuidad pensé que habiendo tenido aquel horrible comienzo, el año ya solo podía ir a mejor. La risa floja me da solo de pensar en lo que ya entonces se estaba orquestando y el destino nos tenía preparados a todos para 2020. En enero lógicamente yo aún no lo sabía. En aquel momento solo podía sentir la tristeza y la pena que sientes al despedirte de una etapa de tu vida, la que comparte contigo un perro y qu...
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