Pues aquí estamos hoy 22 de enero, mi incombustible Vaca cumple años (bueno, también mi madre, y aunque no le guste que la meta en el mismo saco que a la perra: Feliz Cumpleaños Mamá).
Diecisiete añitos que se dicen pronto. Como llevo todo un año enterrándola, ni siquiera yo me doy cuenta de lo que realmente significa que haya llegado hasta aquí, pero miradla, ahí está ella, tan ricamente, pensando única y exclusivamente en comer...
Vaca es uno de esos milagros de la genética. No ha tenido una vida fácil, pero aquí sigue, al pie del cañón y dispuesta a no abandonar el puesto, no al menos mientras haya un trozo de comida que llevarse a la boca. Este último año sin embargo, también ha supuesto para ella, como para todos, un punto de inflexión. Mi gorda tiene las patas de atrás fatal y su movilidad reducida, totalmente asumible en humanos, algunas veces cuestionada en animales, ha disminuido considerablemente su calidad de vida. Bueno, más que la suya, en realidad la nuestra. Ahora mismo convivimos con una anciana dependiente. Que su naturaleza sea humana o animal es lo de menos. Sus cuidados se han multiplicado y en cierto modo, ha tenido suerte de que el mundo haya cambiado con la pandemia. No estoy frivolizando con la emergencia sanitaria, pero es cierto que si no fuera porque pasamos mucho más tiempo en casa que antes, no sé qué hubiera sido de Vaca. Me explico, la covid, nos ha traído a casa, además del confinamiento, el desempleo y el teletrabajo, con lo que las largas jornadas que hubiéramos pasado fuera, no se han materializado. Dicho de otro modo, hemos dispuesto de tiempo para estar pendientes de sus medicaciones, sus caídas, sus escapes, sus pañales y su higiene, que de otro modo hubieran tenido que esperar. Dudo mucho que en mi convenio marco, esté contemplada la atención a dependientes si estos no son familiares. Por eso afirmo que Vaca ha tenido suerte.
Para celebrar su aniversario, nos la hemos llevado a la terraza de un bar. No hay nada que haga más feliz a mi perra, que ver la llegada de un camarero con una bandeja rebosante de viandas. Vaca y yo vamos a pachas, yo me bebo la cerveza y ella engulle el pincho. Así las calorías y los malos hábitos se reparten entre las dos.
I ❤ Vaca |
El jueves y el sábado, Vaca pasó la ITV, primero chapa y pintura (peluquería), luego revisión del motor (analíticas de control), y os alegrará saber como a mí, que si exceptuamos que no puede triscar como un gamo, del resto está fetén.
Como tiene las patucas mal, hay mucha gente que piensa que tendríamos que ponerla a dieta, pero sinceramente, a la perra, por pura estadística, le quedan dos telediarios. Apenas sale, no puede disfrutar de la playa o el monte, está castrada, por el amor de dios, dejémosle disfrutar del último resquicio de placer que le queda: zampar como si no hubiera mañana, pero ¡coño!, es que igual no lo hay.
Come Vaquita, come, no seré yo quien te torture con una dieta baja en calorías.
Y esto hay, como cantaba Miliki, que seas feliz en tu día, y que cumplas muchos más.
Pues eso, que vosotros también seáis todo lo felices que podáis u os dejen.
Nos leemos!
YWC
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