La mayor parte de vosotros ya conoceréis esos inventos a la par milagrosos que del demonio, denominados collares isabelinos. Yo había tenido la suerte hasta el momento de saber de ellos solo de oídas o más bien de vista. Cuando veía por la calle a sus víctimas caninas tropezándose con toda esquina, coche, bordillo, escalón o pierna que se les cruce en el camino. Siempre como espectador, así de lejos, pero esta pasada semana me tocó vivirlo en vivo y en directo, 24 horas al día, y por eso, voy a dedicarle al tema esta entrada. Contextualicemos, la pasada semana castramos a Lola, la perra que aparece en las fotos de este artículo. Lola, es una perra mestiza, cruce de ppp y algo parecido a un sabueso que dio lugar a una perra bruta, fuerte, curiosa, inquieta y ante todo alocadamente cariñosa. Lola, es un manojo de nervios de grandes orejas y enormes ojos que pega la trufa al suelo para seguir cualquier rastro, aunque remoto, que haya quedado prendido a la hierba o al cemento. El ...