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COMPRAR O NO COMPRAR, REALMENTE ¿ESA ES LA CUESTIÓN? (PART ONE)

Queridos todos,

Vamos a aprovechar las fechas navideñas para intentar reflexionar sobre la tenencia responsable de animales.

Aunque a veces se ponga en entredicho la forma en la que el perro o el gato llega a nuestras vidas, ésta no determina el tratamiento que le brindamos, por lo que en lugar de enfrentarnos en batallas campales entre adoptantes y compradores, redirijamos esa energía y utilicémosla para trabajar en la concienciación de su tenencia.

Indiferentemente de que el “dueño” lo haya comprado, adoptado, encontrado o le haya sido regalado, en lo que debemos aunar esfuerzos es en conseguir que todos ellos sean conscientes de que un animal no es un juguete.

Imagen: Pixabay

En las redes es frecuente encontrar campañas que fomentan la adopción en detrimento de la compra, encantada por la parte que me toca, pero negar que la adquisición de animales, es una de las opciones más utilizada por los propietarios de animales, es absurdo. Pretender que esta vía desaparezca sin más, un contrasentido.

Quienes colaboramos en las protectoras nos tiramos de los pelos, es cierto, frente a la compra, porque tenemos en nuestro haber y en nuestra conciencia a los doscientos mestizos de todos los colores, tamaños y edades que habitan nuestros albergues. Para nosotros es descorazonador que un perro se ponga de moda y de repente esa raza se multiplique en nuestros parques y jardines, porque de alguna retorcida forma todos esos cachorros que llegan a esos nuevos hogares, parecen a nuestros ojos pequeños usurpadores de los perros que tutelamos. No digo que éste sentimiento sea racional, ni siquiera lícito, simplemente os estoy diciendo lo que se me pasa por la cabeza cada vez que veo pasear a mi lado, por ejemplo ahora, un precioso border collie… Lo segundo que nos ronda el pensamiento es cuántos cruces de esta raza tendremos en los próximos años en los cheniles, pero esa es otra cuestión y ahí queridos míos es precisamente donde nuestras preocupaciones confluyen con las de los criadores.

Creo sinceramente que desde las protectoras (yo la primera) a veces erramos el tiro, que nuestra realidad, poblada de seres indefensos que poco a poco se van tornando en invisibles, nos impide ver que el enemigo no es ni el que compra ni el que cría, sino la irresponsabilidad de muchos individuos.

¿Cuál es el problema real que existe en nuestro país con los animales? Pues sencillamente que no todo el que tiene uno está preparado para tenerlo. Es así de simple, puede que comercialice con ellos, o puede que no, pero no podemos achacar en exclusiva a la compra, la falta de reflexión a la hora de incorporar un perro o un gato en una casa.

Curiosamente la mayor parte de la gente que tiene un animal, lo tiene porque “alguien” se lo dio. Es decir, ni pagaron un duro por él, ni han contactado a ninguna protectora. A lo mejor un día coincidieron con alguien que no podía tenerlo más; o conocen a uno que tiene una perra que tuvo unos cachorros que nunca pensó en tener; o el animal se cruzó en su camino en un momento en el que no contaban con encontrárselo. Sea como fuere la jornada de reflexión fue inexistente. Simplemente surgió la oportunidad y la cogieron como quien se sube en marcha a un tren sin saber exactamente hacia dónde se dirige…

La mayor parte de estas personas (gracias al cielo), aún sin saber a lo que se enfrentaban, incorporan al perro en su rutina con normalidad, lo cuidan y lo quieren durante toda su existencia. Al finalizar la misma, puede surgir un perro-adicto, que ha descubierto un universo que no conocía y al que no quiere renunciar; o alguien que tras haberlo querido un mundo, es consciente de que no está dispuesto a volver a pasar por quince años de dependencia.

El problema radica en que aún sigue habiendo un porcentaje por desgracia bastante alto, de energúmenos de todo tipo y calaña que no están dispuestos a asumir la responsabilidad que sin saberlo, adoptaron cuando incorporaron ese animal en sus vidas. Da igual que lo hayan comprado, adoptado, encontrado o tropezado. No tenían que tenerlo y lo tienen, porque cuando lo cogieron no pensaron en lo que significaba esa tenencia. Ahora bien, digan lo que digan las redes sociales, esa situación no proviene únicamente de la compra ¿O acaso no conocéis casos de sinvergüenzas que tras adoptar un animal en un albergue se convierten en monstruos?, ¿o es que hay alguna protectora que no tiene en su haber algún perro que ha sido devuelto a sus instalaciones a veces incluso después de años? Pues eso.
En lugar de luchar contra molinos de viento que no son gigantes, tenemos que trabajar en los objetivos que tenemos en común tanto criadores como albergues:

-          Concienciar a la gente de que la incorporación de un animal a sus vidas tiene que llevarse a cabo tras un proceso de reflexión: Las ventoleras y los deseos irrefrenables de tener un perro, no sirven si no van a mantenerse durante una media de 12 años.

-           Recordar que nadie da duros a cuatro pesetas: Quien quiere un perro de raza tiene que estar dispuesto a pagar el precio que vale. Utilizar canales de compra “alternativos” no son más que formas de colaboración con la explotación y/o el maltrato.

-          Insistir en que ni siquiera la cría profesional de animales va acompañada de un gran rendimiento económico. Si los perros significasen dinero llovido del cielo, las protectoras estaríamos en el Club Bilderberg. Criar animales cuesta dinero. Encontrar el hogar adecuado a los cachorros por muy de raza que sean, cuesta aún más.

-          Esterilizar evita camadas indeseadas y la sobrepoblación de los albergues. Los animales no tienen aspiraciones maternales, tienen instintos. Si no se quiere tener camadas y no se cuenta con una planificación en caso de tenerlas, la opción más segura es esterilizar al perro que se tiene de compañía.

Imagen Pixabay

Pues eso queridos criadores, protectoras, adoptantes, compradores, petlovers en general: Si en el fondo estamos en el mismo barco, ¿Qué tal si remamos todos en la misma dirección? J



Nota: fotografías de Pixabay.


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