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Leasing de mascotas, todo lo que nos pasa es poco


Hoy en un nuevo capítulo de paren el mundo que yo me bajo: el leasing de mascotas

No sé si como yo, eráis muy felices viviendo en la ignorancia y desconocíais totalmente el leasing, más concretamente el que afecta a las mascotas. Yo, lo reconozco, soy una ilustre ignoranta en todo lo que implica hacer números, por lo que aquello que lleva implícitos los conceptos crédito e interés, o me resbala o directamente me produce urticaria. La cuestión, es que a principios de este año, me llamó la atención una noticia de La Vanguardia que mencionaba una práctica de arrendamiento canino que estaba empezando a prohibir en algunos lugares de los Estados Unidos. Arrendamiento canino, tócate los bemoles, tú… El artículo en cuestión es este: El‘leasing’ de mascotas destroza a los animales y la economía de las personas
Básicamente, copio y pego el primer párrafo que es donde está la enjundia del tema, dice esto:
Una personas quiere comprar un perro de una raza determinada y va a una tienda de animales. El precio del cachorro es tan elevado que no puede pagarlo y es entonces cuando la tienda le ofrece la opción ‘leasing’ para adquirir su mascota deseada. Una tercera parte se encarga de la financiación de este animal con ‘pedigrí’ entre la tienda y los “amos”. Los compradores creen que están firmando un “préstamo” para adquirirlos pagando a plazos pero en realidad están firmando un acuerdo de alquiler que les compromete a pagar mucho más dinero de lo acordado.
Ojo cuidao que el concepto “comprar un perro a plazos” ya tiene lo suyo, pero la segunda parte es ya mucho mejor donde vamos a parar, porque como cualquier usurero, timador de tres al cuarto, financiera que se precie, si el comprador no puede hacer frente a los pagos, se procede a requisarle el objeto del “crédito”, es decir el perro…

Porque el leasing no es una compra financiada, es más bien, un alquiler con opción a compra, en donde el que vive con el animal y paga el crédito no es en realidad el dueño sino el arrendatario, y el verdadero dueño, es el arrendador, es decir la financiera. Es precioso todo, precioso.

Me quedé ojiplática… Por todo. Me parece tan sui géneris la situación en su conjunto: Que estemos tan locos como para pagar una cantidad astronómica por un animal de raza (cuidadín, que mis animales valen un potosí, pero no es lo mismo que ponerles precio); Que exista la posibilidad de financiar la compra de seres vivos, incluyendo cláusulas de impago que impliquen “la devolución” de los mismos; Que la práctica haya alcanzado tal dimensión que hasta 6 Estados hayan decidido actuar para prohibirla… Pero, ¿estamos todos locos?, ¿es un perro, o un gato, lo mismo que un coche, una casa o una nevera? Coime, que están vivos, que son animales sintientes, oiga, que no son bienes de consumo son S-E-R-E-S V-I-V-O-S.

Hey humano, soy Riply, no necesitas alquilarme, me puedes adoptar escribiendo aquí 

Y ¿si nos limitamos a comprar peluches y a regular la convivencia entre seres mediante otros contratos que respeten los derechos de todas las partes implicadas como los de adopción? Podéis cambiar peluche, por muñeca, si queréis que sigamos debatiendo sobre el tráfico mercantil de seres vivos… En fin pilarín… Nos leemos, ¡buena semana!



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