Sigo desgranando los tipos de dueños de perro. A lo largo de los años hemos observado que hay perfiles que se repiten con frecuencia. Como ya he indicado en mi primer post, yo he sido, todos y ninguno, los que no he sido, probablemente los seré, si no es que directamente ahora mismo los soy. Algunos, por circunstancias vitales, me quedan un poco más lejanos, como éste del que os vengo a hablar hoy: La extraña pareja.
La extraña pareja en muchas ocasiones, una variedad del primerizo. Aunque se trata perrófilos primerizos, en realidad son experimentados padres humanos, a quienes su hijo, o puede que incluso, su nieto, les ha enjaretado al perro. Estos neoperrófilos no tienen pérdida, porque suelen ser un dueño y un perro desparejados. Como esos calcetines pochos que te quedan solteros tras poner una lavadora. A menudo son una combinación poco habitual mujer/hombre de mediana edad con perro de moda, grande y/o de presa.
Básicamente son gente a la que ves con un perro que de buenas a primeras no te pega con ese dueño. Estoy pensando por ejemplo en esos padres a quienes arrastra el perro de presa de sus hijos, que se acercan a ti con un animal pasado de revoluciones mientras exclaman, no hace nada solo quiere jugar, es más cariñoso... que tú los ves y piensas, pero alma de cántaro, ¿qué haces con ese bicharraco que se te lleva puesto como un llavero? Si tú no estás ya para ir a correr delante de los toros, tú estás más para dar de comer a los patos o a las palomas... Son esa gente a la que te imaginarías más paseando caniches o yorkshires, perros pequeños que no tiran ni descoyuntan si ven a un perro en la acera de enfrente.
Luego ya cuando el padre o madre en cuestión consigue recuperar el equilibrio y el fuelle, te explica lo del hijo, el perro y el maestro armero, tú ya te haces la configuración de lugar y entiendes lo de la extraña pareja.
Hasta el momento invariablemente se trata de hijos o nietos solteros con trabajos que les permiten mantener al animal, pero vida social y horarios que no propician la convivencia con su propio perro. En estos casos yo suelo encontrarme con gente que no ha educado al animal, que solo lo saca a pasear, pero que se ve superado por la circunstancias, adora al chucho en cuestión, pero es incapaz de controlarlo.
¿Nos parecemos perros y dueños? Foto cogida de La Vanguardia |
Esta combinación no siempre acaba bien, para que os voy a engañar. A veces si se trata de un animal grande y activo, el progenitor puede acabar involucrado en situaciones en las que nunca quiso verse envuelto: peleas, escapadas, o caídas dolorosas y aparatosas pueden ser el resultado de "pasear" con perros cuyo nivel de energía y tamaño no era el adecuado para la persona que lo llevaba. Estas situaciones pueden desembocar en perros desquiciados que arrasan con el domicilio en el que viven, porque como el que lo saca, no es capaz de controlarlo, cada vez sale menos, convirtiéndose el problema en una espiral de destrucción, tirones y sobre todo de frustración canina y humana.
También hay, por supuesto, extrañas parejas que funcionan tan bien, como comercialmente lo hicieron en su día Jack Lemmon y Walter Matthau. Padres que acaban involucrándose en el cuidado y educación del perro pródigo como en su día lo hicieron con el hijo hoy adulto. Perros aparentemente monstruosos que se convierten en adorables nietos peludos a ojos de sus dueños.
No está de más recordar que los perros son una responsabilidad compartida por la totalidad del núcleo familiar. De ahí la importancia de que todos los miembros de la familia estén de acuerdo en su incorporación.
La extraña pareja es un buen recordatorio de por qué no deberíamos dejarnos llevar por una atracción estética para escoger a nuestro perro, si no más bien, por su carácter y su compatibilidad con nuestras rutinas. La próxima vez que, por ejemplo, un activo y aún más atractivo malinois os tiente, o los azules ojos de un bullie os pidan que os lo llevéis a casa, preguntaros a vosotros mismos qué tipo de pareja hacéis, y lo más importante, qué tipo de pareja queréis hacer con vuestro perro.
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