No puedo prometeros que tras este regreso mío a los poetas, no vaya a haber nuevas publicaciones que relacionen grandes obras, grandes mentes y gran amor por los perros. No lo haré porque si lo hiciera probablemente os estaría mintiendo descaradamente, pero puedo prometeros que la semana que viene no hablaré de poesía y para concluir este primer reencuentro mío, voy a cerrar esta trilogía, como no podía ser de otra manera, con Miguel de Unamuno. Digo bien cuando utilizo la manida expresión, como no podía ser de otra manera , porque más que como coletilla introductoria, es la trayectoria lógica que siguió mi cerebro tras la presentación de Neruda en el primera avance y la revisión de Niebla el perro que ambos compartieron en la segunda. No sé si es verdad o me lo invento, pero si Neruda no le puso Niebla al perro que él y Alberti compartieron, como un homenaje a la obra del escritor bilbaíno, se trata de una maravillosa y poética casualidad. Y ¿Por qué digo esto? Porque Niebla, es...
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