Escribo esto porque
aunque Pattie está aún en trámites de adopción ya es seguro que tendrá una
casa. Y me explico:
Pattie lleva con
nosotros cuatro meses y siete días. Es tanto y tan poco, que se me hace difícil
pensar en el tiempo en el que no estaba aquí. Después de todos estos meses y demasiados
potenciales adoptantes de por medio, Javi y yo, antes incluso de que esta
última familia hubiese aparecido, habíamos decidido que fuese quien fuese ya no
habría más.
Y no las habría
porque habíamos tomado la determinación de bajarnos en marcha de la montaña
rusa emocional en la que llevamos en bucle desde hace dos meses.
Hay cosas que como
adoptantes no sabéis, porque claro está no tenéis por qué saberlas, ni siquiera
debéis tenerlas en cuenta pero me gustaría contároslas, porque también han
formado parte de este proceso de adopción.
¿Sabéis? Cada vez que
alguien aparecía interesado en adoptarla, nosotros encajábamos el golpe como un
puñetazo, un gancho de derecha lanzado directamente al estómago. El momento que
tanto temes, el de enfrentarte a una despedida aparecía de repente, sin avisar,
y estuvieras donde estuvieras te sacudía de lleno. Es una noticia buena, qué
duda cabe, pero encajarla precisa un pequeño ejercicio de auto convencimiento y
meditación: Es lo mejor para la perra,
te dices. Te sacudes a manotazos la tristeza y tu cerebro comienza a organizar
tu nueva vida sin el animal. En ese momento llega el segundo mazazo: el perro
no es lo que el adoptante espera, o sencillamente no encaja en lo que está buscando.
Hostia Terrible, que diría Antonio
Recio, y a reconstruir de nuevo tu puzzle vital con el cachorro como pieza
fundamental dentro del mismo.
Pasan las semanas, y
las personas, como exhalaciones, y no os engañaré, te sientes decepcionado por
haberte emocionado con cada potencial adoptante. Te había caído bien, pero al
final resulta que no le gusta “tu” perra. Así que ya no te parece tan
simpático… Lo sientes como un rechazo y de verdad os digo que la primera vez,
me había ilusionado tanto, que desde la impotencia lloré.
De una manera
absurda, que tienes que aprender a canalizar, lo sientes como si hubiesen
repudiado a tu cachorra. Nada que ver, por supuesto. El potencial adoptante no
quiere hacerte daño, tampoco piensa nada malo del animal que tienes a tus pies.
Pero hay un pequeño rencorosillo dentro de ti que tienes que impedir que salga
a la superficie. Lo razonas, lo asimilas, te ríes de ti mismo, por tus
patéticos pensamientos y sigues con tu vida.
Aparece otro, y la
situación se reproduce más o menos de forma exacta a la primera.
Llega el tercero y
aunque te sigues haciendo ilusiones, ya empiezas a discernir un patrón de
comportamiento: algo te dice que no va a salir bien y ya incluso empieza a
darte pereza quedar con las posibles familias, porque, ¿para qué?, te preguntas, si
no la van a querer… Pero lo haces claro, qué remedio te queda, no puedes
hacer otra cosa porque la perra necesita un buen hogar, y tú no puedes dárselo.
Vuelves a hacer
encaje de bolillos para que vean a la perra y una vez más la historia se
repite… Entonces te paras a pensar y te das cuenta de que ya han pasado cuatro
meses desde que tienes el animal. Todos sus hermanos están “colocados” y la tuya, que no es ni mejor ni peor que
ellos, sigue a tu lado. Es cuestión de suerte, y al parecer tú no se la estás
dando…
Y mientras tanto la
perra crece feliz, alegre, ajena totalmente a tu infructuosa búsqueda. Ella te
quiere porque no sabe que tú no eres su dueño, y tú que no eres de piedra cada
vez te encariñas más con el animalín. Imposible no hacerlo, te gustan los
perros, y tienes una polvorilla peluda que evoluciona y aprende contigo, que te
saluda eufórica cuando llegas, que te sigue, que viene cuando la llamas y que quiere
estar junto a ti en todo momento. Ella se siente parte fundamental de tu
familia, y tú mientras tanto estás buscándole una casa. Te sientes un poco
traidor…
Y continúan llegando
mensajes de gente que podría adoptarla, pero al final no. Y mientras tú, vas
asimilando que aunque el animal, te complica la vida y mucho, vas a tener que
quedártelo…
No sé si estoy siendo
capaz de trasladaros la angustia mental, que quizás, porque una es tendente a la comedura de tarro, he sentido a ratos estos meses. Pero ése es el
motivo por el que habíamos determinado finalizar el proceso de búsqueda de
adoptantes. Estábamos a punto de decir, Bueno
Amigos del Perro, se acabó. Pattie se queda con nosotros, cuando han
aparecido (por fin) unos adoptantes que parece que van a ser los definitivos… Y
me da pena darla, claro que sí, pero nuestra vida era demasiado complicada con
ella, y la suya, va a ser mejor en esta casa con todo el tiempo y el espacio
del mundo para correr y disfrutar de la vida. Va a ser difícil para ambas separarnos,
pero yo que sí razono, o al menos a veces lo intento, sé que es lo mejor para
las dos.
Eso sí, sea como
fuere, si el contubernio judeo masónico, la estación espacial de ocho toneladas
que dicen que podría caer en Asturias, Alá, Dios o Jehová, confabulasen en
nuestra contra y esta familia no fuese la definitiva, no me importa, porque
como os dije al principio, pase lo que pasa, esta semana Pattie tendrá una
casa.
Actualización:
Finalmente adoptaron a Pattie J ¡Bien!