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NO PUDO SER


Cuando esta nota se publique, habrá pasado más de un mes desde la muerte de Pattie. Mi Pattie. Aunque en los últimos tiempos ya era su Lucy. Escribo esto, para procesar una despedida que no por extraña y en diferido me resulta menos dolorosa. Hace apenas un año, yo aún tenía a mi monstruita galopando por el pasillo de casa. Hace un año aún sentía la pena por no ser capaz de encontrarle un hogar. Hace menos de un año me despedí de ella con el trágico dolor del dramatismo que me hacía pensar que era para siempre. Nunca creí que fuera a ser tan literal. Pattie ha muerto porque a veces las cosas son simplemente así. No pudo ser y no fue. Enfermó, la cuidaron, la quisieron, pero sencillamente murió. Y yo ahora pienso en las veces en que ella ya había recibido notificaciones que provenían de su propia muerte.


Arrojada a la basura. Primer aviso.
Negándose a comer un lunes frío de noviembre. Segundo Aviso.
Pero milagrosamente sobrevivió. Salió adelante y aquel animalillo feo y frágil se convirtió en un pequeño pony pardo que como el caballo de Atila, lo destrozaba todo a su paso. Parecía tan fuerte y tan llena de vida, que no se me pasó por la cabeza que tras aquella falsa robustez pudiera esconderse tanta fragilidad.
El tercero no fue un aviso, fue un embargo y Pattie murió.
Y yo lo siento por ella, pero sobre todo lo siento por la familia que la había acogido y que tantas esperanzas había depositado en su alocada juventud de cachorra. Sé que hicieron todo lo que pudieron, todo lo que estaba en su mano, que la quisieron, que la adoraron y que fueron felices aunque no llegasen a comer perdices. Sencillamente no pudo ser. Y para mí, aunque siento la tristeza de saberla muerta, se me hace raro porque ya me había acostumbrado a su ausencia.
En mi universo Pattie ya no vivía, ella existía en otro, lejano y ambiguo. Había incluso dos Patties, la de mi recuerdo, y la otra:  Lucy, la que vivía en una quintana rehabilitada y perseguía patos y gallinas. La mía, mi Pattie, seguía siendo una cachorra de charca chapoteante en todos los resquicios acuíferos depositados por la lluvia. En el bucle infinito de mi recuerdo ella seguía y sigue destrozándome la casa y los nervios. Aquí siguen en mi universo, sus dientecillos decorando el cabecero de la cama que tenía como mordedor.


Pattie, la que me desmembraba en los paseos, la que no sabía caminar con la correa, la que huía de la gente que quería acariciarla pero perseguía a la gata que amenazaba con dejarla tuerta. Esa Pattie, como el gato de Schrodinger aún existe y está viva, aunque por desgracia también esté muerta.
¿Qué pensé cuando me lo dijeron…? Lo primero, pensamiento ilógico e irracional, que no tenía que haberla dado. Pensé, que quizás así hubiera esquivado el golpe, pero es absurdo, lo que tiene que ser es y lo que en su universo fue una garrapata, probablemente en el mío hubiera sido un coche, un perro, otra enfermedad.


Tenía que ser y fue, y por desgracia no pudo ser.
Selma vive en ambos mundos. Esperemos que por muchos años.
Bárbara, Jim, siento el dolor que la muerte de Lucy os produce. Lucy/Pattie tuvo en el fondo suerte, en su corta existencia vital, tuvo dos familias que la quisieron y la lloran. Ya es mucho más de lo que otros tendrán en toda su vida.
Un abrazo fuerte.





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