Este verano he descubierto con gran satisfacción que Comedy Central repone Futurama, la serie de Matt Groening, que de una forma totalmente incomprensible para mí, nunca alcanzó la popularidad de los Simpson. Me encanta Futurama no lo puedo evitar, ese futuro distópico en el que los robots fuman, beben y se van con robotpilinguis; Santa Claus es un androide psicópata que en lugar de regalos dispara a matar; la luna un parque de atracciones en horas bajas y las cabinas telefónicas han sido sustituidas por cabinas de suicidio. Soy fan, soy fan, no hay más lo confieso. Me encanta pese al machismo y la homofobia que dos décadas más tarde destilan sus episodios. Más allá de sus protagonistas, Leela, Fry, Bender, me encantaban ese Zapp Brannigan narcisista, engreído y repulsivo don juan otoñal, o el Dr. Zoyber, un facultativo con forma de langosta antropomorfa que ni siquiera entiende la anatomía humana aunque sí ejerce su medicina, pero sobre todos los personajes y las historias que tr...
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