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Espiando a mi perro

 A las muy buenas, como os contábamos la semana pasada, un poco contra nuestra voluntad tuvimos que hacernos con una cámara de seguridad doméstica para vigilar a Frixuelo durante nuestras ausencias laborales. Nunca me ha importado que mis animales campen a sus anchas por mi casa, que al fin y al cabo también es la suya, pero Frixuelo tiene unos antecedentes ladradores que podrían hacer tambalearse la convivencia vecinal de todo el edificio. Por ese motivo lo dejábamos encerrado en el salón en un intento de evitar que se acercase a la puerta a contarle a todo el mundo lo disgusto que está con su abandono. 

Así hicimos durante un año y medio cada vez que hemos salido de casa dejándolo atrás y hasta entonces esta técnica había "más o menos funcionado" hasta hace tres semanas, cuando Frixuelo decidió que un picaporte no era suficiente para separarlo de nosotros y sencilla y llanamente abrió la puerta. 

Bueno, sencilla y llanamente no, entre que la abrió y no, la dejó como para exponerla en un museo, pero la cuestión es que pudo abrirla y ese fue el principio del fin. Hubo quién me recomendó poner un pestillo, pero sinceramente tengo miedo que una vez cogido el tranquillo a eso de abrir puertas, lo que haga sea destrozarla a base de garras y mordiscos. Creo que el problema de Frixuelo es aprender a estar solo, no tanto abrir o cerrar puertas, pero desde luego no es un panorama nada halagüeño saber que mi querido perro va a intentar atravesar cualquier cierre que medie entre nosotros. #TodoBien. 

Como lo que me inspira terror de saber que Frixuelo está suelto no son los destrozos sino sus ladridos, opté por hacerme con una cámara de vigilancia doméstica y saber lo que el monstruito hacía cuando nos vamos. 

Día 1

Yo había iniciado un ritual diario para que el perro supiera identificar cuando no viene con nosotros que consiste en, una vez llegados de la calle, ir a la cocina, recoger un premio de los que duran un mínimo de tiempo con el que sabe que debe subirse al sofá. Tras esto yo cerraba la puerta del salón y diez minutos más tarde la de casa conteniendo el aliento para no escucharlo ladrar. La primera mañana en la que dejé conectada la cámara en el salón aún mantenía la tonta esperanza de que no hubiera sido él quien la abriera. Todavía confiaba en que hubiese sido el pérfido minino el que lo intentase llevar por el mal camino y se hubiese lanzado contra el picaporte. Ese día me conecté al salir para comprobar como Frixuelo se comía plácidamente el nervio de toro con el que le había obsequiado esa mañana. No había más sonido que el del televisor así que me confié y aunque fuí conectándome cada hora, en todos y cada uno de los momentos en los que lo hice mi perro estaba echado en el sofá. Falsa alarma me dije, igual es que ese día picaron, igual fue el gato, mi perro no es.... Y así confiada y crédula llegué a casa una vez acabada la jornada para encontrarme con que la puerta volvía a estar abierta. ¿Cerrará mal? pensé para mí. 

Fingiendo dormir

Día 2

Al día siguiente, me quedé conectada más tiempo, el justo para ver como el hijo puta el desgraciado de mi perro, justo despúes de comerse el premio, se ponía a dos patas y abría la puerta del salón. Una vez abierta salía por la misma y yo me quedaba con un palmo de narices sin saber a dónde se dirigía porque la visión 360 de mi cámara todavía no da para atravesar paredes. Cuando llegué a casa lógicamente la puerta estaba abierta y el puñetero de mi perro se había echado en el sofá, como si la cosa no fuera con él...

La prueba del crimen

Día 3 

Puse la cámara en el pasillo para saber exactamente que es lo que hace mi adorable perrito cuando salgo por la puerta. No me molesté en cerrar el salón, hice el ritual y lo completé arrimando la puerta. Me quedé pegada a la aplicación de mi móvil en la que puedo ver en vivo y en directo lo que ocurre en mi casa cuando no estoy. Durante un buen rato solo veo la nada. Pasados unos 20 minutos mi perro sale del salón se acerca a la puerta de la entrada y olfatea. da la vuelta y se acerca a la cocina. No veo lo que hace pero lo sé: comerse el pienso del gato. Una vez saciada la gula lo vuelvo a ver salir y meterse en la habitación en la que yo tengo mi improvisado despacho. Tiene una cama bajo la mesa que utilizo. Debe de echarse a dormir allí, porque pasan horas hasta que la cámara vuelve a detectar movimiento.

Si yo estoy aquí como un bendito

Día 4 y siguientes

Me conecto al salir sobre todo para verificar si ladra. Dejo activada la opción aviso de movimiento y la cámara me va diciendo cada vez que un gato o un perro se pasea por el pasillo de mi casa.

Y esto hay. Lo cierto es que la cámara me parece un aparato útil para estar seguro y prevenido de lo que tus animales hacen cuando no estás en casa. Concretamente la cámara que nosotros adquirimos, Xiaomi MI Home, se conecta por WiFi, por lo que es preciso dejar el router encendido y tenerla enchufada a la corriente. Tiene un cable bastante largo, pero no deja de ser una limitación. Es bastante fácil conectarla a la red y al teléfono. Solamente tienes que descargarte la aplicación y desde ahí puedes monitorizar a tu antojo. Puedes hacer capturas, vídeos y compartir con otros terminales el contenido o incluso la vigilancia.  A mí me tranquiliza mucho también el audio, porque lo que me preocupaba es el exceso de vocalización de mi perro. Saber en todo momento si me la está liando parda me permite entrar en el portal con la cabeza alta o por el contrario  pidiendo perdón puerta por puerta por el escándalo. Se supone que el audio es bidireccional pero sinceramente no me ha dado por probarlo. Como ya he comentado en otra ocasión mis animales le hacen caso omiso al teléfono, por lo que no sé qué podría hacerles interactuar con una cámara. Lo que sí me gusta es la alarma por movimiento que te avisa cada vez que detecta uno. Tengo que confesar que en el salón funcionaba estupendamente, pero que una vez relegada la cámara al pasillo para enfocar la totalidad del domicilio, al tener peor conexión WiFi a veces llega con retraso la señal y te conecta un poco tarde, cuando el animal ya está volviendo. Otra de las posibilidades que tiene pero que yo aún no he utilizado es la de dejarla grabando. La cámara tiene una memoria interna y la posibilidad de introducir una tarjeta de memoria externa para grabar, según el fabricante, hasta 72 horas. 

Aquí con la cámara que me vigila


¿La recomendaría? Sí, sin duda. A mí me ha tranquilizado ver lo que pasaba en mi ausencia y reconozco que tiene algo de espía y de voayeur seguir la vida de tus animales como en un documental de la 2 o como en La vida de los otros.

Pues esto es todo lo que hay queridos, ¡hasta la próxima!

YWC

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