Hace un par de semanas dejé yo nuestro particular recorrido por la historia canina en Persia y Mesopotamia, es decir "justo a la altura" del Antiguo Egipto, así que vamos allá, volvamos a la época de los faraones y repasemos la intrahistoria que mantenían con sus perros.
La civilización egipcia, no necesita presentación. Ha llegado hasta nuestros días de una manera mucho más nítida de lo que lo han hecho asirios y persas. Sus pirámides y jeroglíficos, sus momias y maldiciones, además de convertirse en un punto neurálgico del turismo mundial forman parte de nuestro imaginario colectivo. Quizás por eso mismo hemos normalizado muchas de aquellas costumbres y símbolos. A los romanos, sin embargo, que compartieron parte de su tiempo y espacio, nunca les pareció normal la forma en la que por ejemplo los egipcios representaban a sus dioses.
Dioses mitad animal, mitad humano, y una selección de animales cuanto menos variopinta. La cobra, la vaca, el ibis, el cocodrilo, el halcón, el gato, el babuino, la leona, el buitre, el escarabajo, el toro, el hipopótamo, la rana y el chacal, conformaban la cosmogonía de un pueblo que era incomprensible para los pragmáticos romanos, los cuales, como dijo Jenófanes, habían creado a sus dioses a su imagen y semejanza. Entre los dioses romanos había beodos como Baco, mujeres hermosas como Afrodita, insignes cornudos como Hefesto o incluso la personificación de sentimientos tan humanos como el de los celos y la venganza a los que representaba la diosa Invidia, pero en Egipto, ¿Qué narices significaba un dios con cuerpo de humano y cabeza de chacal? Más patidifusos aún debieron de quedarse cuando contrastaron que la selección del chacal no era casual, sino que se correspondía con la costumbre de los cánidos de desenterrar los cadáveres. Los egipcios entendieron entonces que el dios de la muerte, no podía ser otro que un chacal. Ahí es nada.
Ese dios es Anubis. el encargado de acompañar a los difuntos en el más allá, para lo cual era también el encargado de preparar sus cuerpos y momificarlos. Como en muchas otras civilizaciones, los perros, o los seres mitad perro, mitad dios, son una vez más los encargados de guiar a los difuntos por el inframundo. Es cuanto menos curioso que el mismo mito se repita en distintas culturas a lo largo del tiempo y dice mucho del lugar que los perros ocuparon en las sociedades de nuestros ancestros, puesto que nuestra vida, la eterna, dependía de ellos.
Pero bueno volviendo a Roma, a Egipto y a los perros. A Heródoto hace una pila de años, le daba la impresión que la relación que los egipcios mantenían con sus animales era algo fuera de lo común, y así lo recogió en sus escritos. Es a él a quién le debemos testimonios que quedaron de entonces como el que recoge la costumbre egipcia de raparse cejas y cabeza en señal de luto, cuando fallecía un perro o un gato doméstico.
Cuando fallece algún gato de muerte natural, la gente de la casa se rapa las cejas a navaja; pero al morir un perro, se rapan la cabeza entera y además lo restante del cuerpo (Heródoto: Libro II. Euterpe. Capítulo LXVI)
Es también a Egipto a quién le debemos la primera tumba canina de la que se tiene constancia. Ya sabemos que desde la prehistoria muchos humanos decidieron compartir viaje y tumba con un perro, pero más de dos mil años antes de nuestra era, hubo un perro en Egipto del cual conocemos no solo su existencia sino incluso su nombre: Abuwtiyuw. Fue un perro guardián, se cree tenía el cometido de guardar al faraón, ya que a su muerte, el propio faraón dió orden de dejar constancia de su paso por este mundo. Su epitafio rezaba así:
El perro que era el guardia de su Majestad, Abuwtiyuw es su nombre. Su Majestad ordenó que fuera enterrado, que se le diera un ataúd del tesoro real, lino fino en gran cantidad, incienso. Su Majestad dio ungüento perfumado y que una tumba sea construida para él por las cuadrillas de albañiles. Su Majestad hizo esto por él para que él pueda ser honrado ante el gran dios, Anubis.
Paradójicamente hoy conocemos el nombre del perro, pero no mantenemos memoria del faraón que lo mandó enterrar.
Otro de los restos que atestiguan la importancia de los perros en la sociedad egipcia es el uso de los collares que han llegado hasta nuestros días. Del 3.500 a.C. data la primera pintura egipcia en la que se observa a un hombre paseando a un perro con una correa. Este gesto para nosotros hoy cotidiano alcanza más trascendencia, cuando pensamos que en aquel entonces, la función de los perros podría haber sido más la de un animal de trabajo (defensa, caza, guarda), que de compañía y sin embargo todo apunta a que no fue así, sino que los antiguos egipcios tenían una relación con sus perros muy similar a la que nosotros mantenemos hoy con los nuestros. Un sinfín de collares de cuero donde se puede aún leer los nombres de aquellos animales así lo atestiguan: Valiente, Confiable, Buen Pastor, Viento Nórdico, Antílope, Negrito, el Quinto e incluso un Inútil. ¿Os imagináis que dentro de otros dos mil y pico años, alguien escriba sobre el collar de un perro llamado Frixuelo?
Buena semana,
Nos leemos pronto.
YWC
Anubis |
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