El síndrome del Arca de Noé, o
como se lo conoce popularmente el Síndrome de Noé, es un trastorno acumulativo
que lleva a quien lo padece a recoger animales por encima de sus posibilidades.
Es una variante de la patología Síndrome de Diógenes, en la que los afectados
acumulan objetos y basura, con la particularidad de que en el caso que nos
ocupa, la obsesión acumulativa se centra en la acaparación de animales.
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Mientras que sobre los afectados
de Diógenes, se han recabado en las últimas décadas, multitud de informes, en
el caso de la acumulación de animales, hasta 2014 no aparece en España el
primer estudio que intenta dar relevancia a este trastorno:
Se tendía, por desgracia, a
confundir el “amor a los animales” con su acumulación. Esta “confusión” sumada
a la dejadez con que las distintas administraciones suelen tratar los temas
relacionados con la protección animal, habrían derivado en verdaderos problemas
de Salud Pública.
La persona aquejada del Síndrome
de Noé, es un enfermo. Se calcula que aproximadamente el 2% de la población
puede llegar a padecerla y aunque se desconocen las razones por las que se
desencadena, si se establece relación con personas aisladas socialmente, por
regla general de una cierta edad, aunque eso sí, no hay diferencias socioeconómicas
entre los perfiles detectados. Se han establecido paralelismos con los
trastornos obsesivo-compulsivos y en ocasiones suelen formar parte de cuadros
depresivos y/o psicóticos.
El mayor problema de este
trastorno es que el enfermo no suele reconocer su problema ya que considera
estar salvando a los animales, lo que les puede llevar a responder con
agresividad ante las demandas de rescate de los animales.
La acumulación de animales
conlleva un elevado sufrimiento humano y animal. Las condiciones en las que
tanto el aquejado como los animales acumulados viven suele dejar secuelas en la
salud médica y veterinaria. Los animales, que pueden ser de todo tipo,
exóticos, silvestres o domésticos, están en condiciones deplorables. La alarma
surge habitualmente por demandas de los vecinos a la administración, bien por
compasión, bien por quejas ante la situación insalubre que rodea a los
aquejados. Sin embargo, el protocolo habitual en estos casos suele limitarse a
procurar el rescate de los animales, olvidándose del enfermo, quien sin el
tratamiento adecuado, suele volver a recaer.
Es importante la concienciación
clara del trastorno y diferenciar claramente el límite que se establece entre
la enfermedad y la compasión. Demasiadas veces ante estos rescates, son muchas
las voces que se posicionan de parte del enfermo, pensando que efectivamente
realizaban una labor social ante la falta de implicación de las
administraciones. Por desgracia no es así, las personas que lo sufren requieren
de atención médica, al igual que sus animales suelen necesitar atención
veterinaria. Tener animales amontonados, con enfermedades varias, permitiendo
que se reproduzcan a su antojo, mal alimentados y mal atendidos, no es una
muestra de amor, sino desgraciadamente una forma involuntaria de maltrato.