¿Sabéis? Hay seres aún más
indefensos que los animales abandonados, los gatos callejeros. Ellos, como el otro
gran colectivo de olvidados, los sin techo, deambulan en el mismo mundo que el
nuestro, desamparados e incomprendidos a partes iguales. Reflexiono sobre ello,
porque a veces al reparar en las personas que viven en la calle, me sorprende
la invisibilidad que los ha convertido en parte del mobiliario urbano. Vivimos
en la misma ciudad, cruzamos las mismas calles, pero nuestros mundos no se
tocan, no nos vemos y pareciera que viviéramos en planos diferentes de la misma
realidad. Mundos paralelos que no llegan a encontrarse, pero a veces, cuando el
eje de la tierra se mueve, las pueden llegar a convergir en un punto, una
pequeña explosión, un golpe de efecto, que raramente suele ser de suerte…
PACO CATALÁN |
Estoy escribiendo esto, porque
quiero contaros lo que nos ocurrió ayer, cuando nuestro universo y el de los
gatos callejeros colisionaron al mismo tiempo contra un Mini Coupé…
Había sido una jornada normal. Eran
las nueve de la noche, cuando apurábamos el día al mismo tiempo que un trago de
cerveza, y un gato negro se coló en mi campo visual. Yo vi al gato a unos 20
metros de donde me encontraba rondar alrededor de un coche, un Mini, que había
estacionado en la plaza. Me fijé en el gato, porque algo se confundió en mi
visión periférica. Lo intuí acercándose a la manera felina, como una pequeña
sombra negra y alargada, camuflándose entre el juego de luces y sombras de la
ciudad. No le di más importancia, y seguí con mi vida, en mi mundo, el que no
es Matrix o el que sí lo es, no lo tengo aún muy claro.
Diez minutos más tarde, apareció
la chica que había aparcado el vehículo, y por un momento dudé. Pensé en voz
alta, ¿el gato?, ¿seguirá allí?, ¿estará en
el motor?, pero lo reconozco me dio una especie de reparo acercarme y
decirle, Espera, creo que tienes un gato
en el coche, vamos a golpear el capó. No lo sé, no sé por qué no lo hice,
por qué me quedé quieta, en el mismo lugar en el que estaba, auto convenciéndome
de que no estaba segura de dónde estaba aquel gato, de si había entrado o no en
el coche, de la tonta vergüenza que supone acercarse a un desconocido y de
sentirse un tanto obsesionado con la causa animalista.
Todos estos estúpidos pensamientos,
evitaron que me acercase al coche, que nos acercásemos, y simplemente permanecimos
expectantes, atentos al desenlace. La chica entró en el vehículo, y aún me dio
un par de segundos de prórroga para acercarme y evitar lo que en el fondo de mi
conciencia sabía que iba a ocurrir. Ella encendió un momento la luz dentro del automóvil,
probablemente acomodaba algo. Me podía haber acercado. No lo hice. Continué
mirando, con la vista fija en los bajos y las ruedas. No había gato, quizás no
estuviese ahí. Arrancó… Y pasó lo inevitable, o más bien lo que podía haber
evitado: el gato intentó escapar por el lugar equivocado, el coche lo pilló, y
el animal salió huyendo malherido. Cojeaba.
Algo dentro de mí hizo “crack”.
Lo oí miagar de dolor. Era un
gato joven o una gata pequeña. Me taladró su maullido en la conciencia, ¿Por qué no lo hiciste?, repetía. Me
acerqué a él, intentó escapar. Me desesperé. El animal se quedó hecho una
bolita de pelo negro. Miagaba. Podía ver sus ojos amarillos. Me dejó acercarme
porque no podía huir… Y entonces, ¿qué se hace? ¿Dejas al animal moribundo en
medio de la primera noche de diciembre? - Podías
haberlo evitado- ¿Ignoras su maullido lastimero? – Podías haberlo evitado- ¿Te das la vuelta y finges no haberlo
visto? – Podías haberlo evitado – ¿te
dices a ti mismo solo es un gato callejero?- Podías haberlo evitado-
En aquel momento con las sienes
palpitantes, y el remordimiento golpeándome las tripas, una lucecita se
encendió en mi cerebro y las llamé. ¿Sabéis?
hay ángeles viviendo entre nosotros, hay personas que de forma totalmente
altruista y lo que es aún más importante sin recibir no ya solo ni un solo
euro, sino una palabra de agradecimiento, se preocupan de que los olvidados
sean recordados por alguien.
Estoy hablando de las protectoras,
asociaciones, voluntarios que cuidan de los gatos callejeros. Y yo los llamé
ayer, ¿sabéis? un jueves a las nueve y media de la noche, sin conocerlos de
nada, sin ningún vínculo, sin conocimiento previo, disculpándome por molestar a
esas horas y de esa forma, por echarles el marrón encima, pasarle la pelota a
otro, y ¿cuál fue la respuesta? pues ni una pregunta, ni un cuestionamiento, ni
una duda, solo pensaron en la forma en que podían recoger al animal, la jaula
trampa, una manta, el veterinario que podía atenderlo rápido, de urgencia, que
venga corriendo alguien que lo pueda atender…
No pasaron ni diez minutos y
llegaron, en vez de alas, traían un transportín. Le abrieron la puerta, se
metió dentro. Veinte minutos más tarde estaba en el veterinario.
No tiene buen pronóstico, órganos
desplazados, hemorragia interna… Tenía solo ocho meses. No sé su nombre, ni
siquiera si lo tenía. No sé si se escapó de alguna casa y alguien lo está
buscando, o si había nacido en la calle y se enfrentaba día a día a su destino.
Solo sé que tenía que haber
gritado antes, para salvarle la vida, y no lo hice.
Solo sé, que reaccioné tarde, con
dos minutos de retraso, y solo pude darle una buena muerte. Sedado, sin sentir
nada, ya no más frío, ya no más hambre, simplemente dormido en una clínica
veterinaria.
Y estoy escribiendo esto, como en
una confesión decadente, y quería darle las gracias, un fuerte aplauso, y todo
mi reconocimiento, a la gente que como ellas, se desviven, totalmente
incomprendidos a veces, por darles una vida y un final dignos a todos esos
seres, que pueblan nuestras calles invisibles e ignorados.
Muchas gracias a Pilar, a Nati y
a SOS Gatos, por acudir en nuestra ayuda, por resolver tan rápido la situación
que nosotros mismos sin quererlo, habíamos contribuido a generar. Gracias por
ser como sois, por hacer lo que hacéis, gracias en definitiva, por existir…
PACO CATALÁN |
Y tú, pequeña bola de pelo sin
nombre, lo siento compañero, siento no haber sido más valiente y haberlo
evitado. Pequeña panterita, lamento no haber hecho más que ayudar a darte una
muerte digna, me consuela pensar que al menos no sufres, quiero bautizarte al
menos, para que tu vida en sus últimos instantes cobre sentido, Furia Nocturna, la mía por no hacer
nada, la que te inundó al sentir el dolor, Furia
Nocturna, como los dragones mágicos, de esa película infantil. Lo siento
pequeño, efectivamente podía haberlo evitado… Pero no lo hice…