Viendo el video del 25
aniversario de ANAA, me llamó la atención el dato de recogida de animales
exóticos, 50 al año.
ANAA, Asociación Nacional de Amigos de los Animales, dispone de un albergue que se acerca mucho al sueño de todas las entidades de protección animal, y rescata al año más de 1500, entre perros, gatos y exóticos. Pero aún así, es sólo una gota en el océano del abandono en España: según el último estudio publicado por la Fundación Affinity, en el año 2016 se recogieron en este país más de 137.000 perros y gatos.
Sólo constan los recogidos
por entidades registradas, no sabemos nada de los que recogen particulares, y
por supuesto no hay datos de cuántos fueron abandonados y no recogidos, los que
murieron en las calles o los montes, o los que aún siguen por ahí, intentando
sobrevivir.
Y esto significa que los perros
y gatos recogidos por ANAA son el 1,06% de los recogidos en España en un año. Si
suponemos un porcentaje similar respecto a los exóticos, tendríamos 4717
animales de compañía que no son perros ni gatos, recogidos en España durante el
año 2016. Una barbaridad, y desde muchos puntos de vista: el de la protección
animal en sentido estricto, es decir, la protección de esos animales obligados
a vivir en un entorno que no les corresponde, robados de su hábitat o criados
en condiciones lamentables, transportados en condiciones aún peores, y
comprados, en muchos casos, como capricho de moda, fashion, cool, original,
diferente… gilipollas.
¿Que Paris Hilton tiene un mono michi? ¡Yo también! ¿Qué más da que
lo cacen en la selva, lo metan en un contenedor con otros 300, y vendan a precio
de oro los 50 que sobreviven al viaje? Cuanto más caro sea, más glamour. Y cuando resulte que el bicho
en realidad ya no es tan gracioso, lo mancha todo, necesita comida especial, se
sube a las cortinas y está enfermo cada dos por tres, pues no pasa nada, porque
para entonces ya habrá alguna otra moda que poder seguir. Y al bicho que le
den, total, ¿a quién le importa?
Muchos recordamos aquella
leyenda urbana sobre caimanes albinos en las cloacas de Nueva York,
descendientes de las bonitas crías de caimán que los turistas compraban en
Florida, y que cuando crecían (y los caimanes crecen mucho, mucho), acababan en
las alcantarillas. Pero, ¿era una leyenda urbana? Porque la tortuga Trachemys scripta elegans, esa
tortuguita semiacuática tan mona que llaman tortuga de Florida y que se vendió
por miles durante años, y que tantos compradores irresponsables acabaron
dejando en ríos y arroyos, convencidos de estar dándole otra oportunidad a la
mascota de la que ya se habían cansado, vive y reina ahora en buena parte de
los ríos del sur de España, y casi ha extinguido a las especies autóctonas.
Andalucía y Madrid prohíben
la tenencia de animales exóticos y venenosos en domicilios, pero claro, uno no
saca a pasear a la tortuga ni a la mamba negra, así que la ley tiene pocas
posibilidades de aplicarse de forma efectiva.
Si no nos va entrando en la
cabeza la idea de que los animales son seres vivos, no juguetes ni accesorios
de moda, muy pronto se va a sumar a nuestro actual problema de miles y miles de
perros y gatos sin hogar, el de animales diferentes, muy diferentes, que no
sabemos muy bien cómo manejar ni qué repercusión pueden tener en nuestros
sistemas ecológicos.
Kamparina