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A mi perro le falta un hervor

 Y a mí unos cuantos, está claro, pero aquí hemos venido a hablar de Frixuelo.

Frixuelín, es un perro encantador. Tiene muchas cosas buenas, es sociable (demasiado sociable), cariñoso, sumiso, relativamente obediente, leal, amigable, listo, alegre, vital y afectuoso, pero, siempre hay un pero, está como una maraca. Sus genes de caza, sea cual sea el perro que lo engendró, están muy presentes en su personalidad y aunque es precisamente esa herencia la que le transmitió todas sus buenas cualidades, es también la culpable de su inagotable energía.

Entre que él tiene la ascendencia que tiene y que yo no soy precisamente educadora canina, vamos por la vida sembrando el pánico en el parque de perros. Somos O terror. No creo que haya nadie en medio kilómetro a la redonda de mi domicilio que aunque solo sea de oídas, no sepa quién es Frixuelo. Su excesiva socialización y mis graznidos llamándolo Frixuelo, Frixuelo, hacen que pasemos difícilmente desapercibidos. Tanto, que ahora mismo tengo asumido que si yo muriera, la mejor forma de que la gente me identificase por la esquela, sería incluyendo su nombre entre paréntesis bajo el mío. Como los Viuda de, ¿sabéis?, pero en plan María González Dueña de Frixuelo. Qué vida más triste. Bueno a lo que iba:

Los perros de caza, y yo apunto: sus mestizos, son animales que suelen tener gran instinto para "el oficio" al que estaban destinados. Suelen ser ansiosos, porque es esa ansiedad la que los hace perseguir a sus presas intensamente ignorando cualquier señal de cansancio. Suelen ser fuertes, porque  tenían que soportar condiciones duras de clima y orografía. Suelen tener gran capacidad olfativa para seguir los rastros y ser valientes, porque tienen que enfrentarse muchas veces a los animales a los que persiguen. También suelen ser buenos ladradores, porque si no lo fueran, podrían ponerse en peligro al no señalar su posición al cazador y a su jauría. Todas estas características, reforzadas mediante la selección y cría de los mejores ejemplares durante años, han convertido mi casa en un frenopático.

Un momento ¿Y ese ruido?

Ojo, que mi perro aprende ¿eh? y yo con él, pero quiero hacer un repaso de lo que ha supuesto para nosotros incorporar a un cachorro de cazador en casa. Lo primero a lo que nos enfrentamos fue a la intensidad de su energía. Al principio, cuando yo le insistía a todo aquel que quería oírme, y ya de paso a alguno que no, que mi perro estaba pasado de revoluciones, todo el mundo me despachaba con cajas destempladas y un lo que pasa es que tú ya no te acordabas de lo que era un cachorro y yo pensaba, pues será verdad. Y lo pensé durante mucho tiempo, hasta que cuando Frixuelo cumplió los ocho meses lo llevamos a castrar, y cuando fuimos a recogerlo, mi veterinaria desencajada nos dijo lo de este perro no es normal. Reconozco que pasé ganas de contestarle, sí mujer, lo que pasa es que es un cachorro y no estás acostumbrada, pero me sonreí para mis adentros, mientras me reconfortaba un impronunciable, te lo dije. En aquel momento, recién salidos de la cuarentena, todos pensamos que su exceso de energía venía del confinamiento, así que empezamos el plan Cansar al Jabalí y desde entonces hasta ahora, veterinario, etólogo y dueños, le han instaurado al pobre cachorro un plan de entrenamiento que me río yo de los del Crossfit. 

¿Estáis hablando de mí?

Frixuelo tiene que tener unas rutinas muy marcadas. Para que se hiciera a unas supuestos horarios de trabajo normales, sale a primera hora brevemente a hacer sus necesidades. A mediodía, un poco más, y por las tardes, un mínimo de dos horas a desfogar. Frixuelo, corre. Bien por la playa, bien por el parque, bien por donde se tercie. Pero corre. Suelto, con otros perros, solo, con nosotros. Hace ejercicios de rastreo y de refuerzo de las órdenes básicas, que todo sea dicho de paso, solo atiende cuando le da la gana. Aprende nuevos trucos. Pasea. Juega. Tiene un ajuar de juguetes que nos permitiría poner una franquicia de Tienda Animal. Todas mis tardes están hipotecadas por mi perro. Incluso cuando llueve y el señorito no se quiere mojar las patas, utilizamos para que queme su exceso de energía una cinta de correr, que nos compramos ex profeso para él cuando nos confinaron. Sí, habéis leído bien. Mi perro corre en una cinta de correr para humanos. La chica que nos atendió en el Decathlon cuando Pedro Sánchez dictaba el Estado de Alarma, aún lo debe estar contando. Si llega a vuestros oídos la historia de dos tarados que le fueron a comprar una cinta de correr al perro, sabed que es verdad, que éramos nosotros y que la cinta es ésta:

Aquí, entrenando

Y ¿Por qué nos dió por ahí? Pues porque yo ya notaba que mi perro necesitaba hacer más ejercicio del habitual para no chiflar del todo. Por eso, y porque cuando empezó el confinamiento ni siquiera sabíamos si íbamos a poder sacar al perro a la calle. Yo me vi tirándome por la ventana. O tirándolo a él. Tirándonos los dos y abriendo las portadas de la prensa local. Y entonces me acordé de los ochocientosmil capítulos del Encantador de Perros, en los que César Millán le insistía a los propietarios vagos, que su perro tenía que quemar el exceso de energía y que si no tenían tiempo para sacarlo, podían utilizar una cinta de correr. Así que mi conexión neuronal tradujo ese recuerdo como una salida de emergencia a nuestra situación pandémica y ahí nos fuimos corriendo a la Fresneda después de recorrernos todas las tiendas de segunda mano de Avilés. Para que luego diga mi madre que ver la tele es perder el tiempo. Que sepáis que funcionó ¿eh? Que mi Frixuelo entrena como un atleta federado y que pese a lo que nos temimos inicialmente, no lo pasa mal y lo entiende como un juego.

Ah ¿que la toalla no era para mí?

Segundo efecto secundario de sus genes cazadores: el ladrido. Los perros de caza ladran. Esto es así, ladran por algo, no gratuitamente pero ladran. Quieren celebrar algo, ladran. Quieren que les hagas caso. Ladran. Los dejas solos. Ladran. Quieren que un perro que pasa de ellos juege. Te taladran la puta cabeza. Y aquí viene lo cojonudo del caso: es una tendencia genética que se puede atenuar y corregir, pero según el educador, es muy difícil de erradicar. Qué alegría cuando me dijeron... A ver, a mí que ladre en el parque, me deja la cabeza loca, pero bueno, tira que va. Pero que ladre cuando se queda solo es harina de otro costal y aquí llegan los segundos deberes de Frixuelito: Frixuelo tiene que aprender a quedarse solo, y ¿Por qué?, pues porque, atención spoiler, muchos perros de caza son tan leales y apegados a sus dueños, que pueden desarrollar con facilidad ansiedad por separación. Y ¿Adivinad quién la ha desarrollado? Bingo. Frixuelito. Eso tampoco era difícil, para qué negarlo, ha vivido más tiempo en Estado de alarma que en "Estado de Normalidad". Era un cachorro de meses cuando empezó el confinamiento y aunque al principio de su vida en acogida, y de su convivencia con nosotros, se pasaba las horas laborales tranquilamente en casa, una vez finalizado el confinamiento decidió que no quería separase de mí ni un minuto de su vida. Pobre Frixuelo, me quiere tanto, que no me quiere bien. Yo lo descubrí cuando empezó la desescalada e intenté dejarlo fuera de la farmacia para coger una receta. Empezó a montar tal escándalo que hasta el farmacéutico se ofreció a sacarme el producto y cobrarme fuera. No gracias. Tuvo que aprender. Pero aprender a desaprender es jodido, y la ansiedad por separación no tiene una varita mágica que lo solucione. Poco a poco. Un día diez minutos, pasado veinte. Otro día media hora y te haces ilusiones. Al día siguiente te vas una hora y cuando vuelves lo oyes ladrar desde la calle. Vuelta a empezar... Es maravilloso esto. De la droga dicen que se sale, de la ansiedad por separación, pues aún no lo sé. Ya os iré contando.

O me das ya el premio, o me piro

A ver que es mi perro y lo quiero, pero que el animalito debe tener TDAH, pues también, que necesitamos un veterinario, un etólogo, un tratamiento, un adiestramiento y hasta una cinta de correr y media vida para bregar con ello, pues sí, para qué engañaros y que qué le vamos a hacer. 

Que yo sé que el perro es joven, y que corren tiempos muy locos, y que con el pasar del tiempo, todo se encauzará, pero mientras tanto y no, no sabéis los ataques de risión que me han dado cada vez que algún profano me confiesa sus ganas de comprar un Weimaraner, cómpralo, cómpralo criatura, compra el perro por la estética tú que no levantas el culo del sofá, verás qué tranquilos que son los perros de caza. Bueno, maldades aparte, todo tiene solución, menos la muerte, así que esto como la pandemia, lo vamos a superar. 

Qué a mi perro le falta un hervor, pues como me falta a mí la patatina pa´l kilo. Dicen que se parecen a los dueños ¿no? Pues eso.

Buena semana





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