Cada día me llevo una sorpresa. A veces agradables, a veces no. Quizás con lo que voy a contaros ni tendría que haberme sorprendido, pero ¡qué le vamos a hacer! Una vive y sueña...
Se comentaba el tema de los envenenamientos en parques de Gijón; una vez más, perros intoxicados o muertos por obra y gracia de algún psicópata. La sorpresa fue el comentario de una persona relativamente joven, con formación universitaria, que indicó que "en primer lugar, los dueños de perros tendrían que ser más cívicos." Pedida aclaración, resulta que se refería a que no todos recogen los excrementos de sus perros en calles, parques y jardines.
¿Mi sorpresa? Que se puedan comparar ambos comportamientos, que alguien pueda siquiera considerar que el castigo adecuado no es multar al "incívico", sino envenenar perros aleatoriamente.
No parecía comprender la diferencia, así que ni le pregunté qué hacíamos con los que tiran vasos y botellas por ahí, escupen y vomitan en medio de la acera, dejan el mundo alfombrado de pipas, papeles o colillas... Ni le pregunté, porque igual me contestaba. Y creo que no quiero conocer la respuesta. Una se tropieza en los sitios más insospechados con personas que parecen urbanitas, inteligentes, cultas y razonables, pero viven en un mundo en el que todos los animales son ganado, cosas.
No me gusta ese mundo, no me gustan esas personas; no creo que podamos encontrar nunca un punto medio en el que razonar o negociar. No quiero razonar ni negociar con personas que creen que se puede justificar poner veneno en un parque con ninguna razón peregrina que se les ocurra. Creo firmemente que a sus cabezas les falla algo, y que no hay mucha diferencia entre cosificar animales y cosificar personas. Y esa es la raíz de muchos males.
Kamparina