Pues sí… ¿De qué cojones estáis
hechos? Me lo pregunto mientras veo al calendario seguir imparable su camino,
descontándolo los días, como una condena inversa para Pattie y Shelma. Dentro
de poco cumplirán tres meses, las vacunaremos por última vez y tendremos que
dejarlas en el albergue. Me muero de pena…
Sé que no puedo quedármelas y que
no las estoy abandonando, pero mi alma se rompe como si lo hiciera. Las veo
cada día, venir a mí, como Nanda, seguras de que yo soy su dueña, su madre postiza,
su punto de referencia y me desgarra pensar que en apenas quince días estarán
durmiendo en un chenil… Mis niñas, mis pequeñas, mis locuelas...
Por si alguien lo duda, voy a
llorar como una Magdalena cuando tenga que dejarlas, pero mi vida es demasiado
complicada con ellas. Si yo pudiese hacerles un hueco en mi vida y mi bolsillo,
ni ellas ni yo tendríamos que pasar por el amargo trance de despedirnos recién
estrenada su vida de perros.
Pero no puedo, por eso llevo tres meses
rezándole al dios de los perros para que les encuentre una casa que haga menos
doloroso este adiós.
Es entonces cuando me pregunto de
qué están hechos esos seres que dejan a su perro en la estacada a la primera de
cambio. ¿Quiénes sois?, ¿Sois humanos?, ¿Reptilianos tal vez?, ¿Sentís
remordimientos?, ¿Os arrepentís de haberlo hecho? No consigo entender de qué
material están hechas sus conciencias. De verdad que no.
No hablo del que tiró a Pattie y
a Shelma a la basura junto con sus hermanos, ese individuo fuera quien fuese,
no tenía vínculo con ellas aunque tampoco tenía alma. Las vio simplemente como
trozos de carne, incómodos apéndices que solo hubiesen complicado su
existencia. Pero no había vínculo, tampoco humanidad, pero no vínculo.
PATTIE Y SHELMA, muy pronto en adopción. Contacto: adopciones@amigosdelperro.org |
Pienso en el que apenas una
semana más tarde, dejó a Sofía con sus cachorros en Serín… ¿Cómo pudiste dejar
a tu perra, a tu propia perra, la que llevaba ya un tiempo viviendo contigo,
tirada en una caja de cartón?, ¿Miraste atrás siquiera?, ¿Cómo tomaste esa
decisión? Te levantaste un día por la mañana resuelto a deshacerte de todo lo
que te molestaba, ¿estabas haciendo limpieza?, ¿tiraste la vieja alfombra, los
periódicos antiguos, vaciaste el armario e incluiste a la perra entre los
trastos a reciclar?
Pienso en ello, y me digo, el
perro no podía ser suyo. Tuvo que haber sido otro, quizás su pareja, su madre o
su padre, su hijo/a. Alguien en la misma casa a quien ya de antes no le gustaba
la perra y encontró en la camada la excusa que necesitaba para “desembarazarse”
(ja, ja desembarazarse de una perra preñada… Perdón por el estúpido juego de
palabras) del problema de un solo plumazo…
No lo sé, no me lo explico y
ciertamente en momentos como este, me gustaría ser capaz de ver las cosas como
ellos. Pensar, bueno las dejo en Serín y se acabaron mis problemas, pasan a ser
la responsabilidad de otro… Pero no puedo. Las miro tan ingenuas, tan felices,
tan confiadas, que no puedo arrancarme del cerebro la idea de que las estoy
dejando tiradas…
A veces, cuando estamos en casa y
en un raro momento de inspiración divina se quedan tranquilamente echadas
encima de mí, las acaricio y les susurro, nunca
olvides que te quiero chiquitina, pase lo que pase, no lo olvides, y
entonces ellas me miran con su cara de locuelas e inclinan la cabeza intentando
captar el significado de mis palabras y daría todo lo que tengo en esta vida que
es nada, porque pudieran entenderlo…