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PATTIE Y SHELMA HOY, CONVIVENCIAS CANINAS

Pues hoy, mientras escribo esto intento espantar a manotazos el miedo a que mis niñas no encuentren una casa para el resto de sus días. Pero mientras tanto, mientras espanto mis temores y no, miro a mi alrededor y las veo aquí, tan felices e ignorantes de su vida y su destino, que me hacen casi sonreír.

Para ellas no hay nada extraño en que su madre sean dos tipos raros sin pelo que las alimentaban con un cacho de plástico del que salía leche artificial… No hay nada chocante en su crianza, les parece lo más normal del mundo que la única perra en sus vidas no solo no quiera saber nada de ellas sino que de vez en cuando les lance gruñidos de advertencia. Ellas no recuerdan a sus hermanos reales, por lo que han asumido que sus familiares directos deben de ser el par de gatos que se tropiezan a menudo por el pasillo.


SHELMA

Pattie y Shelma, duermen, comen, descomen (sobre todo descomen…) y mientras juegan,  destrozan todo lo que encuentran a su paso. Son como todos los perros inasequibles al desaliento por lo que no dudan en intentar todos los días varias veces que la perra y la gata jueguen con ellas.

PATTIE

La primera que tiene el mismo instinto maternal que su dueña, o sea yo y es decir ninguno, las ahuyenta enseñando los colmillos o directamente se cambia de estancia. Nanda ha conseguido a base de férrea disciplina, que Pattie y Shelma no entren en el salón cuando está ella aunque la puerta permanezca abierta, lo cual me hace que me plantee tomar apuntes del método educativo de mi perra.

Luni, mi gata, intenta pasar desapercibida hasta que las otras dos la encuentran, y ella que ya no tiene edad para aguantar cachorros, y que bastante tiene con el coñazo que le da todos los días el petardo de Guiñapo, huye despavorida pasillo adelante mientras bufa dejándolas atrás. La verdad es que me alegra que esa sea su reacción, porque en algún momento cuando las otras dos la acorralan, temí que tirase de zarpa y acabásemos con una perra tuerta además de huérfana…

Guiñapo, mi otro gato, es de momento el que más las tolera. Guiñapo, como casi todos los gatos que conozco, hace honor a esa frase que dice “que la curiosidad acabó con el minino” porque desde el primer momento mostró un inusitado interés en ellas. Él necesitaba saber qué demonios era lo que había en aquella caja que lloriqueaba, olía y se movía sin que él pudiese tener acceso directo a su contenido. A la que nos descuidábamos se colaba en plan sibilino en la habitación para obtener información directa y desde el primer momento es el que más atención les ha dedicado. Ahora, actúa como mis primos adolescentes hacían conmigo de niña: a ratos te entretengo, a ratos te rehúyo porque me aburres. Así, a veces juega y se deja atrapar por ellas, y otras se limita a encaramarse en algún sitio alto para mirarlas con desdén.

SHELMA

PATTIE

Y mientras tanto, las fierecillas van adquiriendo fuerza y habilidades a un ritmo vertiginoso, que no solo hace que evolucionen sino que las va separando a la una de la otra hasta parecer que ni siquiera ellas fuesen hermanas reales sino postizas.

Física y psíquicamente las dos hermanas se parecen lo mismo la una a la otra de lo que se parece un huevo a una castaña.

Shelma, marrón y blanca de pelo semilargo y espeso, con un focico blanco lleno de pecas marrones y los ojos azules que sabe dios de donde habrá sacado. Con un cuerpecillo alargado y un carácter decidido y abierto, segura de sí misma y gruñona, tiene a su hermana totalmente subyugada. Por su personalidad fuerte y protestona, hemos determinado que debería llevar mi apellido y llamarse Shelma González.

Pattie, mi Pattie, con su cuerpecillo compacto y trabado, más corta que su hermana pero mucho más robusta, con su capa parda de pelo corto, y sus ojillos redondos, oscuros y casi estrábicos, es mucho más asustadiza y tímida. Sé de buena tinta que será toda una Drama Queen que lo solucionará todo lloriqueando, como hasta ahora ha venido haciendo. Pattie, mucho más dócil y cariñosa de lo que su hermana aparenta ser, de llevar un apellido está claro que no sería el mío, por lo que su nombre completo sería más bien Pattie García.
Cada vez que las veo a ellas y al resto de sus hermanos, tan diferentes y tan iguales no puedo evitar preguntarme qué aspecto tendrían sus padres.

Pero nadie lo sabe, ni puede saberlo aún, son perros sorpresa, y yo de momento la única sorpresa que le pido a la vida es que ambas encuentren la casa que tanto necesitan.

¿Me ayudas a conseguirlo?







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