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PERO, ¿NO TE DA PENA? 3. ENFRENTÁNDONOS A LA REALIDAD


A finales de enero Shelma se fue a su nueva casa y el 9 de Febrero era la fecha en la que oficialmente Pattie, debería haber ingresado en Serín…

Pero claro, ¿quién lleva al cachorro que ha criado a biberón al albergue después de tres meses, existiendo la posibilidad de dejarlo en casa hasta que encuentre una familia? Pues desde luego nosotros no…

Y no fuimos capaces por varias razones, porque la teoría es más fácil que la práctica la primera claro, pero sobre todo porque te sientes un poco “abandonador” al hacerlo…



En nuestro caso hubo distintos condicionantes para que Pattie se quedase con nosotros más de cuatro meses, pero sobre todo hubo una inercia, un dejarse llevar por los acontecimientos. La primera variable que jugó en nuestra contra, fue que al irse Shelma, la carga de trabajo se redujo drásticamente, lo que nos hizo pensar que podíamos hacernos cargo de Pattie sin grandes trastornos. No fue así, pero en ese momento, no supimos verlo.

Además en febrero aún teníamos grandes esperanzas de que encontrase una casa pronto. En el caso de Shelma apenas habían transcurrido unos días desde que se había puesto en adopción cuando le encontramos una familia estupenda. Habíamos empezado a recibir solicitudes interesándose por Pattie y la verdad es que creímos que aquello iba a ser coser y cantar. Sip… Somos un poco ingenuos…



A lo largo de los quince días siguientes todos sus hermanos fueron hallando casa. Uno a uno, e incluso Cuco y Anu, de dos en dos, fueron encontrando su lugar en el mundo. Pero Pattie no. Pattie era muy tímida, o muy grande, o muy parda, o muy mestiza… Volvíamos a la encrucijada original. ¿Íbamos a dejar que Pattie, precisamente Pattie, fuese la única que creciese en una jaula si no encontrábamos a nadie que la quisiese? Pues la respuesta era un rotundo no, pero ¿Qué íbamos a hacer entonces con ella?, ¿Nos la quedábamos?, ¿Teníamos suficiente espacio, tiempo y dinero para ella?, ¿Queríamos nosotros tener dos perros? La verdad es yo sabía que nosotros no teníamos pensado tener dos perros, pero al mismo tiempo ¿Cómo iba a dejar a Pattie, A MI PATTIE, en el albergue? Eso no era siquiera una opción planteable.

Y mientras Pattie seguía creciendo, y cuando semana a semana conquistaba un palmo de altura y un par de kilos de peso, lo que ganaba en fortaleza lo perdía en posibilidades. Ya os he contado cómo durante este proceso me enervaron los comentarios de la gente y sus Es que va a ser demasiado grande para un piso… Y mis Claro, claro, mi mestiza va a ser demasiado grande para un piso, no como tu Golden Retriever que es tamaño mini, lo que viene siendo de bolsillo… Yo podía cabrearme todo lo que quisiera y más contra los prejuicios de la gente, pero lo cierto es que la realidad se imponía: Pattie seguía en casa, crecía, evolucionaba y nos quería. No había marcha atrás. Aquella perra era tan mía como Nanda, pero yo no podía hacerme cargo de ella. Y aquí entra la última X a despejar de la ecuación: ¿Cómo resuelves el quiero, cuando no tienes el puedo…? Sí. Cuando eres una casa de acogida que se ha comprometido con un animal, es muy fácil confundir Puedo, con Quiero. ¿Quería quedarme con Pattie? Sí (y no). ¿Podía quedarme con ella? No (y sí). Si ya añades el ¿Debo? para darle emoción, el resultado ya es la teoría del todo de Stephen Hawking (¡DEP Profesor!) en la que el agujero negro es tu propio cerebro.



Entonces un día, cuando me levanté, marzo había llegado y mi monstruita seguía durmiendo en la misma habitación de siempre. ¿Sabéis? yo ya tenía asumido que Pattie se iba a quedar con nosotros para siempre, tanto que incluso las últimas veces, cuando recibía consultas sobre ella, mi corazón daba un vuelco pensando que quizás esa llamada era la definitiva…



Así que respondiendo por fin a la pregunta que tantas veces me han hecho durante estos cuatro meses, ¿Me dio pena? Infinita. Si me pongo cursi os diré, que sentí cómo mi pequeño corazoncito, el de bruja mala, hizo crack cuando leí el mensaje que me ponía en contacto con sus actuales dueños… ¿Sabéis? En realidad dudé. De hecho las dos primeras horas tras recibir la noticia, las dedicamos a debatir qué hacíamos con nuestras vidas y con la de Pattie, ¿Nos la quedábamos o llamábamos? Pero al final llamé… Llamé porque la conciencia me decía que tenía que ser realista y que por más que me empeñase, querer no significa siempre poder, digan lo que digan las tazas de Mr. Wonderful...

Llamé y cuando conocí a Bárbara y a Jim, y tuve el placer de ver la maravillosa casa en la que Pattie iba a vivir el resto de sus días, me di cuenta de que lo que ellos le ofrecían a la perra yo no lo podía igualar. Así que con todo el Pelivio (Pena + Alivio) del mundo, me despedí de mi Pattie un jueves a las cuatro de la tarde, llorando a moco tendido pero sabiendo que ella iba a ser feliz aunque yo iba a pasar unos días de amarga nostalgia.

Sé que era y es lo mejor para ambas, y que aunque en ese momento estuviese jurando y perjurando a lo Escarlata O´Hara poniendo a dios por testigo que Nunca Mais tendré un perro en mi casa que no pueda quedarme… Yo misma sé que lo volvería a hacer, porque el hombre es el único animal que tropieza más de una vez en la misma piedra, y porque como os he dicho al principio, la inconsciencia y la amnesia, vencen siempre a la tristeza, así que seguiré intentando romper esa piedra, con la que tanto tropiezo, a cabezazos…






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