Ay Vera, Verita, Vera. Vera de mi
corazón… Quien me iba a decir a mí el pasado sábado cuando iba a recogeros a ti
y a León, que acabarías siendo tú la conquistadora y no el adorable cachorrazo
que te acompañaba…
Pues sí queridos, este pasado fin
de semana se celebró Principets, y Javi y yo, huérfanos de ahijados tras la
partida de Patty, habíamos dejado en las manos del destino y del albergue la
elección de los animales a los que llevaríamos a desfilar.
Hasta el jueves, no supimos
quiénes serían los “agraciados” y cuando Lelia (Hola J), nos mandó la
radiografía de nuestros acompañantes, León un cachorro mestizo de pastor y Vera
una Sabueso de cinco años, ambos estábamos convencidos de que “el elegido”
sería León…
Lo que son las cosas, sin
restarle a Leonín un ápice de su encanto, tengo que confesaros que la que nos
dejó totalmente epatados fue Vera.
Vera es un sabueso español, una
perra que aparenta ser de pura raza (teclead en google Sabueso español, la foto que os sale es un clon de nuestra Vera…) por
lo que seguramente su ex propietario pagase por ella un buen dinero… Probablemente
también, como la mayor parte de sus congéneres, Vera debió de estar dedicada a
la caza, hasta que en algún momento éste 2018, tras años de fiel servicio, Vera
hizo algo “mal”: perdió una pieza, un rastro, quizás una apuesta… Por lo que
fuere, tras cinco años, Vera dejó de serle útil al humano al que servía, y ha
aterrizado en Serín esquelética, puro hueso y pellejo. Un estado lamentable que
da una idea del trato exquisito y especial cuidado que su dueño le dedicaba… En
fin… Hablemos de Vera…
Vera es puro amor. Tras esa
carcasa escuálida se esconde una perra amorosa como he conocido pocas. Es
imposible agacharte cerca de Vera sin que ella interprete que lo que en
realidad te está pidiendo el cuerpo es darle a ella todas las caricias que se
merece.
No hubo humano en todo Avilés y
comarca al que Vera no se empeñase en saludar. Vera, demacrada y adulta, era
una perra condenada a pasar desapercibida el sábado, sin embargo, su
naturalidad a la hora de pedir cariño, arrancó sonrisas entre todo aquel que se
acercaba con la mirada únicamente depositada en el cachorro que ese día, mi
Verita, tenía por acompañante. De repente, la perra que hasta ese momento había
permanecido invisible se mostraba en todo el esplendor de su dulzura y el
humano acariciante la descubría sorprendido de no haber reparado en ella hasta
ese momento.
Esa es la magia de Vera, deslumbrarte
de golpe, sin avisar.
A mí me conquistó ya la primera
media hora en la que estuvimos juntas. Yo me senté y ella se subió en mi regazo
(como si entrase) pidiendo caricias a su manera suave y tierna, moviendo
infatigable su cola, y mirándome con sus ojos tristes de vaca. No quedó cariño
que yo hubiera podido guardarme sin dejarlo reposar sobre su hermosa cabeza de
sabueso.
Vera te abraza con sus patas y
apoya su cabeza en tu pecho y deja que tú hagas el resto.
Es imposible no caer rendido a
sus pies, es tan dulce mi Verita, tan amorosa, que desde el sábado llevo
obsesionada con ella buscando los detalles de su raza.
¿Sabéis? Los sabuesos, junto con
los galgos y los podencos, son con diferencia los perros más maltratados de
este país nuestro. Su infatigable olfato, su fidelidad y su bravura, los han
convertido en un objeto muy valioso para los cazadores. Su cosificación, por
desgracia hace que como “objeto” que son considerados, en el momento en el que
su “utilidad” decae, sean defenestrados, abandonados, maltratados y/o
asesinados…
Pero al contrario que sus
compañeros de suplicio, los galgos, su adopción no está tan generalizada.
Verita, mi Vera, no solo vale un
potosí, por lo que su pedigrí pueda acreditar, si no porque es una perra noble,
dulce, tranquila, sociable a más no poder y cariñosa como ninguna.
Ay mi Vera, ojalá encuentres
pronto la familia que tanto te mereces.
Si el karma, existiese, Verita
mía, más pronto que tarde la encontraríamos. Pero por si acaso no existe,
veremos si esta gente tan maja, que de vez en cuando nos lee, nos ayuda
compartiéndote J