Decía un poema de Benedetti: Con tu quiero y con mi puedo vamos juntos
compañero… Y ese estribillo coreado en mil manifestaciones me viene hoy a
la cabeza, cuando pienso en Lassie.
Lassie aterrizó en nuestra casa
el sábado pasado sin que ninguno de nosotros contásemos con ella. A lo mejor
“cierta persona” (sí, querida alcahueta, me estoy dirigiendo a ti J)
tiene razón y “fue una cuestión del destino”. No lo sé. No sé si el destino, el
mío, el nuestro, es complicarme la vida hasta el infinito. No sé si el karma,
me quiere rodeada de animales, si en los designios de Alá o de Dios, que dicen
son inescrutables, está marcado que mi casa sea un albergue animal ambulante, o
si sencillamente como decía Benedetti, yo podía, Lassie quería, y por eso
marchamos juntas como compañeras… Solo sé que Lassie está aquí.
Lassie es una belleza eslava,
mezcla de samoyedo y pastor alemán, una perra preciosa, dulce, sociable y
buena, que a la vejez vuelve a necesitar una casa en la que pasar su dorada
jubilación.
Lassie es uno de esos perros que
no han tenido suerte en la vida. Los animales como los humanos, dependen del
azar, y al no ser dueños de su destino, se convierten en víctimas o daños
colaterales de lo que a nosotros nos va sucediendo. Lassie, ha tenido que vivir
dando tumbos, de un lado a otro, pero lo que en otros se convierte en desgracia
perpetua y pérdida, Lassie ha sabido transformarlo en virtud: se ha convertido
en una perra hipersociable que no tiene problemas en estar con quien toque, en
convivir con perros, o en jugar con niños.
Y aunque yo tenía mis reticencias
en traerla a casa, porque a estas alturas de la película ya sé que lo que en
principio planteas por días se traduce fácilmente en meses, me la llevé. Así
que aquí está, apenas un mes después de haberme liberado de mi última dulce
condena (aka Pattie) aquí tengo a
esta enorme mestiza con su gigantesca cabeza apoyada en las manos, pidiendo
caricias, comida y salir continuamente a la calle.
Aquí está rebautizándose en Vaca
(lo siento, Lassie me resulta demasiado cursi), porque es grande y pesada como
una res, y dulce y tranquila, y fartona y mansa.
Lassie tiene catorce años, ha
batido todos los records y se dispone a entrar en el Guiness con su longevidad.
Es una perra vieja pero activa, de una belleza impresionante que conserva todos
los atributos de su pasada plenitud. Todo el mundo se gira al verla y cuando
acarician su impresionante cabeza de samoyeda, se sorprenden al saber su edad.
Yo soy consciente de lo
complicado que ella lo tiene para encontrar una casa definitiva. Sé que los
humanos solo vemos los hándicaps de su edad, que sobre su cabeza pesa el
prejuicio de su muerte inminente y que es bastante probable que lo único que
encuentren sus fotos pidiendo difusión son comentarios de “pobrecita adóptenla”…
Yo sé que si ya es difícil
encontrar adoptantes para los perros adultos, encontrar hogar a los ancianos es
prácticamente Misión Imposible pero sin Tom Cruise…
Pero ¿sabéis? todo eso Lassie, mi
Vaca, no lo sabe. Ella va por el mundo, como un enorme Carpe Diem viviente, decidida a disfrutar cada momento que le
queda, contenta de estar entre humanos, de pasear por las calles, de recibir
atenciones, de conocer otros perros y sobre todas las cosas dispuesta a deleitarse
en cada buen festín que se pone al alcance de su largo y entrecano focico.
Lassie es un bicho disfrutón al que
le encanta la vida social, terracear,
los bares, la calle, las caricias y la vida. Ante todo Lassie es una amante de
la vida y yo he decidido que de mayor
quiero ser como ella, aprender a vivir el presente, gozar de las pequeñas cosas
y las buenas compañías.
Hoy por hoy Lassie está aquí,
mañana ya veremos, pero mientras yo pueda y tú quieras compañera… ¡Qué nos
quiten lo bailao!
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