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SER UNA CASA DE ACOGIDA: LO QUE HE APRENDIDO EN ESTOS DIEZ AÑOS


Capítulo 3: Si no conoces a tu perro no incorpores más animales en tu casa

Pues estamos a finales de 2011, aún llorando por Scrappy e incorporando a Nanda en casa.
Nanda había compartido con nosotros muchos fines de semana y era una perra muy lista y tranquila. Además Scrappy nos tenía muy mal acostumbrados y ni se nos pasó por la cabeza que Nanda pudiera tener sus preferencias a la hora de compartir piso. Pero la realidad es muy tozuda y siempre se impone. Habían pasado tres meses desde el alta de Nanda en nuestras vidas a jornada completa y como nos parecía que ya era tiempo más que suficiente optamos por volver al albergue y que nos asignasen un nuevo ahijado.
Inciso: No sé si alguna vez os lo he dicho pero en esta santa casa les teníamos un poco de inquina a los bóxer y nunca nos habían gustado los perros atigrados… Como muchos otros nos sentíamos intimidados por un aspecto que nos parecía agresivo. Lo de los bóxer se basaba en una cierta animadversión a los perros que sueltan babas y alguna que otra mala experiencia con animales de esa raza. Así que aquel día, como no podía ser de otra manera, nada más llegar al albergue, Fernando salió a entregarnos un enorme cachorro mestizo de bóxer con su precioso pelo atigrado.
Se llamaba Paco y lo primero que hizo fue mearnos. Lo siguiente que recuerdo es a Nanda rechazándolo desquiciada, pero sin hacerle ni puñetero caso, decidimos no sólo apadrinar a Paco, sino llevarnos en acogida tanto a él, como a otra mastodóntica cachorra mezcla de mastín con la que compartía alojamiento. Por si alguien lo duda, el resultado fue dos humanos desquiciados y una perra que todavía a día de hoy no soporta tener un cachorro a menos de diez metros de distancia…

PACO Y KIKA

Así que así de aquella estúpida forma, aprendimos que respetar los límites de los perros es básico para conseguir una buena convivencia. Puestos a sincerarnos, debo confesar que no siempre respeté esa regla, pero soy más que consciente de los errores que cometí y los comportamientos negativos que fomenté o induje en mi propia perra.

ROLAND Y NANDA
 

MUKI Y NANDA

Paco y Kika, pasaron como un huracán por nuestras vidas antes de ser felizmente adoptados. Tras comprobar que Nanda también era parte implicada en el acogimiento y que tenía derecho a manifestar sus preferencias, decidimos no volver a poner a prueba sus límites y apadrinar aquellos animales con los que no entrase en conflicto. Así fueron desfilando por nuestras vidas Oni, Muki, Roland… Todos ellos machos, tranquilos y sumisos, con los que mi querida perra, no se sentía confrontada y podía compartir incluso momentos de esparcimiento. Nos especializamos en un perfil muy concreto, mayoritariamente perros asustados y asustadizos a los que había que hacer recobrar la confianza. Había animales que habiendo nacido antes de las redes sociales habían crecido en un albergue y no sabían que existía todo un mundo más allá de los barrotes de su jaula. Había otros que tras una experiencia traumática que ignorábamos se negaban a volver a relacionarse con el ser humano, por lo que pudiera pasar. La receta era la misma para todos, pasar tiempo en otros entornos, en bares, en casas, en coches. Enfrentarlos a sus miedos y que los superaran para que pudieran hacer vida normal…

NANDA Y ONI

Con todos ellos aprendí, que los perros son animales sociales y gregarios. Cuando no confiaban en mí, lo hacían en Nanda y de esa forma podían adquirir o imitar las conductas que eran deseables en cada momento. Nada más fácil que educar un perro si ya tienes otro que se comporta como quieres.
Por eso, cuando ya le habíamos cogido al tranquillo al apadrinamiento, se nos ocurrió la genial idea de añadir otro nuevo ingrediente animal a nuestras vidas y adoptamos un gato.
La semana que viene, seguimos, gracias por estar ahí





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