Como estoy hasta el moño de la actualidad, pero no puedo evitar consultarla compulsivamente, hoy querría que hablásemos de algo que no fuese la pandemia. Así que amiguis, como la otra gran noticia copando titulares de prensa ha sido la llegada de Biden a la presidencia de los Estados Unidos, que mejor excusa, que la conquista de Major, el primer perro "adoptado" en llegar a la Casa Blanca, para comentar ese gran escaparate animal que han sido los perros presidenciales.
Major y Biden. Imagen de Infobae |
Probablemente como yo, lo habréis leído en las noticias. Efectivamente, Major el perro del recién estrenado Presidente de los Estados Unidos Joe Biden es el primer animal que tras vivir en un refugio va a pasar a ocupar la famosa Casa Blanca. Ahí es nada. Parece una tontería, pero podemos interpretarlo como el símbolo de otra (gran) conquista social.
En la política norteamericana, la imagen de la familia presidencial es algo muy cuidado y desde luego rentabilizado. Un repaso a la historia política de este país, siempre remite a la imagen familiar (heteronormativa por supuesto y blanca hasta la llegada de los Obama), en dónde tras ese hombre que hasta ahora ha ocupado siempre la presidencia del primer país del mundo, invariablemente ha habido una mujer aparentemente fabulosa y una no menos estupenda prole. Esta imagen idílica de familia, se ha visto complementada durante más de doscientos años con la compañía de un perro. Solamente ha habido una excepción en estos dos siglos, que ha sido el mandato de Trump, el resto de presidentes ha tenido, y utilizado, una mascota presidencial.
No es desconocido para los asesores políticos, la buena imagen que tanto los perros, como los niños dan de los candidatos en campaña. En un país como Estados Unidos donde la esfera pública y la privada a menudo se difuminan, la presencia de una mascota transmite valores, como la cercanía, de los que tanto necesita la clase política para acercarse a la ciudadanía.
La historia de la Mascota Presidencial se origina como la propia presidencia estadounidense con George Washington, quien inaugura esta tradición con los sabuesos Drunkard, Mopsey, Taster, Cloe, Tipsy, Tipler, Forester, Captain, Lady Rover, Vulcan, Sweet Lips y Searcher, que utilizaba para la caza del zorro. Desde entonces hasta la llegada de Trump, todos y cada uno de los presidentes se han acompañado de alguna mascota. Perros y Gatos han sido los más frecuentes, pero no los únicos y la evolución de su importancia queda patente en la existencia de un museo dedicado a las insignes mascotas de los presidentes americanos El Presidential Pet Museum.
Theodore Roosevelt Jr. y el guacamayo Eli en 1902. Imagen del Presidential Pet Museum |
Así sabemos por ejemplo, que Theodore Roosevelt, el 26 presidente de los Estados Unidos, llegó a convertir el jardín de la Casa Blanca en una especie de parque zoológico en el que se albergaban animales procedentes de muy distintas partes del mundo. Así además de varios caballos, ponis, perros y gatos, la familia tenía a Emily Spinach la serpiente de su hija Alice Roosevelt; a Eli Yale el guacamayo que pertenecía a su hijo Quentin Roosevelt; al tejón Josiah, el conejo Peter, a dos canguros y una ardilla voladora de los cuáles no trascendió el nombre, pero sí los de los conejillos de indias: Admiral Dewey, Dr. Johnson, Bob Evans, Bishop Don y Father O´Grady, también aunque anónimos, pasaron a la historia como animales que ocuparon la presidencia durante su mandato un león, una hiena, un gato montés, un coyote, cinco osos, dos loros, una cebra, un búho, un lagarto, varios gallos y gallinas, cerdos y por último un mapache. Ahí es nada, la que tenía montada el bueno de Theo...
Como dos siglos de historia compartida, dan para mucho hay incluso leyendas. Por ejemplo se cuenta que en los años veinte del pasado siglo, cuando Warring G. Harding era el presidente, su perro Laddie Boy intentó avisarle de su próximo fallecimiento aullando durante los tres días previos a que lo fulminase un paro cardíaco en la mitad de su mandato.
Harding y Laddie Boy. Imagen de Presidential Pet Museum |
Algunos mucho antes de las redes sociales, coparon portadas de las prensa escrita, es el caso de Liberty, la que fuere propiedad de Gerald Ford, que se hizo famosa al dar a luz una camada de nueve cachorros en la Casa Blanca. Sobre Liberty, el propio Ford, recogió en sus memorias su adquisición, donde reconoce, que nada más aterrizar la familia en la vivienda presidencial, tanto ellos como su fotógrafo fueron conscientes de la conveniencia de tener un perro. Podéis echarle un vistacillo aquí: A time to Heal
Liberty y Ford. Imagen del Presidential Pet Museum |
Los Clinton, los Bush, los Obama, incluso los Kennedy, todos ellos posaron acompañados de sus perros. Tenéis el repaso completo con anecdotario incluido, en la web del Museo de las Mascotas Presidenciales, es decir aquí.
Hoy Major, posa con los Biden y pasará a la posteridad, como el primer perro adoptado en ocupar la Casa Blanca. Ya veis amigos, Estados Unidos es el país de las oportunidades. Hasta los perros pueden alcanzar el sueño americano. Bromas aparte, bienvenido sea ese escaparate que da visibilidad a los perros de los refugios.
Buena suerte Major en la representación de tu cargo, los albergues de todo el mundo tenemos muchas esperanzas depositadas sobre ti.
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