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Vaca: El crepúsculo de los dioses

 ... Me encanta esa peli, la verdad y cualquier excusa es buena para mencionarla... Pero bueno, dejémonos de florituras y entremos en faena.

Vaca tiene casi diecisiete añitos. Para un perro de su tamaño no está nada mal. Como además conserva ese pelazo, poca gente se cree la edad que tiene, pero su cartilla y sus patas no mienten. Es una anciana y como tal su vida y la nuestra ha ido evolucionando. Me sigue haciendo gracia lo reconozco, quienes sorprendidos por su avanzada edad, intentan echarnos flores a nosotros, como si en nuestros cuidados estuviese el secreto de la eterna juventud de la perra. Nada más lejos de la realidad, Vaca llegó a nuestras vidas ya talludita, hace apenas tres años, y hasta entonces su existencia no había sido precisamente idílica. A ratos sí, a ratos no. Perro maleta.

Ruralidades 2020

Hoy es un perra feliz, o eso creo, o eso me gustaría creer. Una perra vieja y fartona, que solo piensa en comer. Sus patas ya no son lo que eran y a ratos apenas la sostienen. Tiene una medicación crónica, que por mucho que yo me empeñe no le va a restar años. También se ha convertido en un surtidor de orina. Sus esfínteres hacen lo que pueden, que para que engañarnos no es mucho y en definitiva nuestra casa se ha acabado convirtiendo en un enorme contenedor de empapadores. 

Hasta enero de este año, Vaca no había acusado su edad. Fue este maldito 2020, este enorme despropósito, el que le arruinó la juventud. Desde entonces el bajón ha sido más acusado y con enormes picos, como las olas de contagio, va y viene su estado de salud. Ha habido días, en los que bien pensé que el momento fatídico había llegado, pero esta perra se las arregla siempre para llevarme la contraria y un chute de corticoides hace que remonte el vuelo como si fuera una avutarda. 

Apoyá en el quicio de la mancebía

Yo sigo negándome a aceptar que el pobre animal es viejo, así que he probado todas las técnicas de tortura que he encontrado en internet para intentar que sus patas vuelvan a sostenerla. Me he comprado un arnés ortopédico, que si lo monto al completo bien parece que me llevo de paseo a una dominatrix. Cuando se lo ponía, me miraba con ojos de cordero degollado, así que ahora me limito a dejarle puesta la parte que la ayuda a subir las escaleras para sortear los bordillos que nos encontramos en la acera. También probé con los famosos pies de gato, pero aparte de robarle la dignidad no me parece que hagan milagros, así que acabamos por relegarlos al fondo del cajón. Otro de los artilugios que me tropecé por la red en busca de un milagro, es el biko-brace, un sistema de rehabilitación para perros con ataxia y/o mielopatía degenerativa. Éste aún no lo he desechado del todo, y cuando se lo pongo junto con los arneses ortopédicos, parece que en lugar de un perro llevo al otro lado de la correa un transformer... También hemos tenido que alfombrar toda la casa, porque la tarima flotante y algunos azulejos, le hacen hacer el spagat, como si fuera una bailarina gorda y peluda recién escapada del Bolshoi. Vaca ha tomado antiinflamatorios de todos los tipos y colores, y no me he hecho con una silla de ruedas canina, porque excede con mucho mi presupuesto. 

Vaca, el arnés y Frixuelo 

Me ponga yo como me ponga, Vaca tiene 17 años. Así que hay muchas cosas que ya no puede hacer. No puede irse de visita a casa de nadie, porque no soporta que los pañales le roben la distinción a sus hermosos cuartos traseros y su aguante es el que es, y en casa de otros está feo mear en el salón. No puede dar largos paseos, ni quiere la jodía, pero tampoco le gusta quedarse sola en casa. Ella quiere que estemos todos espatarrados como ella, en el sofá de casa, viendo la tele y la vida pasar. Creo que ha sido la perra más feliz del mundo durante la cuarentena, cuando los paseos básicamente consistían en desplazarse hasta la cocina para comer. No tiene ninguna otra dolencia, más que una acusada debilidad en las patas traseras. El resto de sus órganos están bien y yo temo el momento en el que no se pueda volver a levantarse, ni sin ayuda, ni con ella. El momento en el que su cuerpo diga hasta aquí, y mi cerebro tenga que decir hasta siempre compañera. 

Pues yo creo que estoy muy bien para mi edad

Lo sabía cuando la cogí, igual que sé que algún día dentro de muchos años si tiene suerte, Frixuelo cruzará esa puerta que nos separa a los vivos de los muertos. No implica por eso que sea más fácil ni  más sencillo. Probablemente lo peor de la vejez en los perros, es que desde fuera muchas veces, no se entienden los esfuerzos. Que la perra no anda, pues duérmela. No coño, que la perra fuera de eso está bien. Que no le resta aún calidad de vida, que solo complica la mía, que ella come y pide mimos e increíblemente juega con el petardo canino con el que comparte casa. Que me sigue viniendo a recibir a la puerta y me sigue por casa dando tumbos y se echa a mi lado en su colchón y acude presta y veloz a la cocina a recibir su premio. Que yo a la perra no la duermo hasta que ella no quiera, hasta que ella diga, hey, gracias por el viaje, yo me bajo aquí

Sé que ese día está más cerca que lejos, pero mientras llega y no, que nos quiten lo bailao, ¿Verdad que sí Vaquita?

Moraleja: Sean todo lo felices que puedan y al que no le guste, que no mire.

Un abrazo fuerte,








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