Enero es un mes de comienzos y también de aniversarios, si el 22 de enero, Vaca celebra años, el 17 se cumplió el primero de la era Frixuelo. Hace un año que nuestro jabalí, se vino a vivir a casa.
Un año ya, la virgen, qué rápido y qué lento, qué año más extraño, el del fin del mundo conocido y el de volver a empezar, también fue el año de Frixuelo, y si echo la vista atrás, no sé cuál de las dos cosas, el apocalipsis vírico o mi perro, me ha cambiado más la vida.
Frixuelo fingiendo ser un animalito encantador |
Es una forma de hablar, claro, pero es cierto, que el monstruito me hubiese desencajado las rutinas aunque en Wuhan nadie se hubiera comido un pangolín. Yo ya no me acordaba, probablemente porque el cerebro tiende a bloquear los malos recuerdos, lo que suponía meter un cachorro en casa. Y la última experiencia, había sido relativamente reciente, Patty y Selma, estuvieron con nosotros en 2018, pero mi subconsciente había borrado las referencias a las incontinencias, los destrozos, los aprendizajes y las dependencias, y se había quedado solo con lo adorables que son los perros en su versión cachorra.
Así volví a meter la pata hasta el corvejón y para empezar con mal pie, me salté a la torera "La normativa de manejo y convivencia de especies", y en lugar de hacer unas presentaciones oficiales, tranquilas y controladas, abrí la puerta de casa, Ancha es Castilla, como se abren los toriles en San Fermín así el primer daño colateral de la llegada de Frixuelo fue el gato.
¿Sabéis qué pasa? que como Guiñapo llevaba toda su existencia conviviendo con perros, ni se me pasó por la cabeza que a mi querido minino, le fuese a importar lo más mínimo volver a convivir con un cachorro. Me equivoqué claro, de pleno además.
Cuando Guiñapo aterrizó en casa, allá por finales de 2016, Nanda ya estaba aquí (la llegada de Guiñapo a nuestras vidas la contamos aquí y aquí bueno y en muchos más sitios, pero así como aproximación ya está bien). Por aquel entonces Nanda ya estaba hecha a los felinos y asumió la entrada de un segundo gato con naturalidad por lo que desde el primer momento hicieron buenas migas. Después llegaron Patty y Selma, pero cuando aterrizaron en casa eran tan pequeñas como larvas (un resumen de lo que supusieron Patty y Selma lo recogimos aquí). Cuando llegaron, con apenas unos días, eran totalmente vulnerables y Guiñapo se acostumbró a ellas poco a poco. Fue viendo como crecían y como pasaban de seres indefensos a elefantes de cacharrería, pero para entonces él ya les había perdido el miedo y el respeto. Cuando llegó Vaca, mantuvo las distancias, pero poco.
Guiñapo, Nanda y Vaca |
La diferencia fundamental entre la llegada de Vaca y de Frixuelo, es que yo de Vaca no me fiaba y de Frixuelo sí. Por eso pasó un tiempo prudencial hasta que Vaca pudo estar suelta en presencia de los gatos y un poco más hasta que lo hizo sin vigilancia. A decir verdad, a Vaca, le costó más que a Nanda no merendarse un gato, pero al final tragó (la llegada de Vaca aquí). Mientras tanto los gatos se movían tranquilamente, de esa forma en la que solo los gatos saben hacerlo, midiendo los riesgos pero sin entrar en DEFCON 2.
Vaca y Luni firmando la Entente Cordiale en 2018 |
Con Frixuelo, como decía aquella, la lié parda, como era un cachorrín, a mis ojos adorable, que yo sabía que no los podía dañar, lo dejé inspeccionarlos alegremente. Yo sabía que el perro no les iba a hacer nada, pero ellos aún no lo podían saber. La gata huyó indignada en cuanto sintió la trufa húmeda pegada en su trasero, pero el gato directamente entró en barrena. Así, yo que no había visto jamás a mi adorable gatito bufar, me encontré de repente con un felino encaramado en el armario tan engrifado como un tigre de Bengala a punto de atacar.
Maravilloso comienzo, había que volver a empezar...
YWC
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