Hoy he vuelto a salir al
extranjero. Dos monos sin pelo me vinieron a buscar. Me sonaban remotamente,
pero no he podido ubicarlos del todo bien. Después he visto de nuevo a esa
perra rubia. A ella sí que la recuerdo de otra vez. Me he puesto muy contento
cuando la he visto, porque al menos hay alguien a quien preguntarle cuando me
surgen las dudas. Me estaban esperando en la puerta, con uno de esos artilugios
que utilizan los monos para desplazarse. Esos que rugen y echan como fuego. Recordaba
levemente que tenía que subirme ahí así que cuando se han abierto las puertas
me he abalanzado sin dudarlo. Me dan pánico esos chismes, nunca se sabe lo que
puede salir de ahí, así que cuanto menos lo piense y primero pase mejor. El
problema es que he subido con tanto ímpetu que me ha fallado el salto. La perra
rubia se reía desde abajo porque uno de los monos, creo que una ella, me ha
tenido que ayudar a subir. Después se ha subido la rubia y la puerta se ha
cerrado detrás de los dos. Los monos intentaban decirnos algo, pero sigo sin
comprender muy bien su dialecto. La perra rubia parece haberles entendido
porque se ha tumbado nada más cerrarse la compuerta y yo me he quedado sentado
olisqueando intentando comprender. Lo cierto es que pese al ruido y la
polvareda, no se está mal en esos cachivaches. Al menos no hace frío, y nuestro
compartimento está hasta mullido. Me he entretenido pegando la nariz al objeto
frío a través del que se ven los árboles.
ROMÁN ESTÁ EN ADOPCIÓN EN AMIGOS DEL PERRO |
No entiendo muy bien cómo
funciona esto, pero no ha pasado mucho tiempo hasta que nos hemos detenido en
otro lugar.
No conocía el sitio donde nos
hemos bajado, así que me he puesto algo nervioso. No sabía muy bien a dónde
tenía que ir. No había árboles, ni hojas, ni hierba. El suelo es duro y está cubierto
de polvo, he intentado perseguir los olores que me llegaban desde las esquinas,
pero los monos no me han dejado cazar los rastros. Durante un momento se me
pasó por la cabeza darles esquinazo y perderlos de vista, pero tras dos
intentos infructuosos me he rendido a la evidencia de que no van a irse tan
fácil y me he dejado llevar. La perra rubia me mira cómo si estuviera loco.
Ella no se separa de su vera. Supongo que sabe lo que hace, y eso espero porque
no me queda otra que confiar en ellos.
Hemos avanzado entre los carros
de ruido y otros monos. Al principio pensaba que todos los monos desconocidos
venían a cogerme, al fin y al cabo en el albergue siempre es así. Cuando llegan
los monos siempre se te acercan, te dan comida, te limpian, te sacan a caminar,
te acarician. Pero conozco a esos monos. Siempre son más o menos los mismos y
siempre vamos por el mismo lugar. Por eso me asusto de los que nos vamos
encontrando, no sé quiénes son, y temo que se me acerquen y me lleven aún más
lejos, a algún lugar que no conozca. No entiendo muy bien que quieren de mí.
Según hemos continuado por el
sendero me he reencontrado con olores familiares. Nos hemos acercado a un
parque en el que ya había estado. Ahí no se está mal. He tenido que volver a
marcar los árboles porque otros perros que no me suenan de nada han estado en
ese mismo sitio hace no mucho. Me he puesto muy contento cuando he vuelto a ver
el río. Se está bien en esa zona, hace sol y es agradable. Por ahí no pasan
carros y suele haber más perros.
Me encanta conocer otros perros,
siempre me acerco a saludarlos pero todos llevan un mono detrás, no me gusta
que sus monos intenten tocarme… Después me he dado cuenta de que yo también
llevo un par de monos conmigo, y que tampoco se está tan mal. Son amables y deben
conocerme porque me llaman por mi nombre. Pasado un rato nos hemos parado y me
han cepillado. No es la ilusión de mi vida, pero es agradable que te acaricien
mientras tomas el sol, así que tampoco he puesto objeciones.
Nos hemos encontrado con más
perros y no he reconocido el olor de ninguno. Me gusta encontrar nuevos perros,
siempre se descubre alguna hembra que no conocías de antes.
Luego hemos seguido caminando y hemos
dejado el río atrás. Esa es la parte que menos me gusta. Los monos se han
detenido en un lugar poco apropiado para nosotros. ¡Demasiado expuestos! No
teníamos una pared en la que resguardarnos y ponernos a cubierto así que me he
puesto un poco nervioso. Han pasado bastantes monos, e incluso crías de mono.
Todos ellos hacen mucho ruido. Después me he dado cuenta de que pese a lo
estridentes que son, parecen inofensivos. Los he olfateado desde lejos, pero
tampoco me sonaban. Algunos monos me hablaban, agradezco su esfuerzo pero sigo
sin comprender su idioma. La perra rubia parece conocerlos a todos, porque se
acerca encantada a saludarlos cuando se paran. Es una costumbre un tanto
extraña. Se ve que en el extranjero son más confiados con los extraños. Intento
hacerme a la idea, la próxima vez procuraré recordarlo.
Hemos estado en ese sitio parados
demasiado tiempo. Al principio me resultó interesante, había muchas cosas que
olisquear. También me acercaron un par de bocados que no recordaba haber
probado. Eso me gustó aunque no tenía hambre, comer por comer también está
bien. Pero después de haber investigado, y haber comido, no le veía interés a
permanecer mucho más tiempo en ese sitio, así que me he impacientado un poco.
He intentado hacérselo saber a mis monos. No han parecido entenderlo pero al
menos me han acariciado un buen rato. Es agradable cuando lo hacen, les he
pedido un poco de cariño más.
Han pasado mil horas hasta que
por fin se han levantado. ¡Bien! Lo he celebrado con ganas, por fin nos
movíamos. No acabo de entender el interés de estar tanto tiempo parado en un
sitio cuando hay tantos lugares que aún no conozco. Por fin hemos vuelto al
río, desandando el camino, y una vez allí, han hecho algo, aunque no he
entendido muy bien el qué. He notado algo cerca de la cabeza, no me molestaba
pero tampoco es agradable notar más peso del que debería tener ahí. Sea lo que
fuere, los monos parecían encantados. La perra rubia me miraba sorprendida. Se
nos han acercado otros monos distintos, me han mirado y sonreían, parecía que yo
les gustaba. Eso es nuevo. Después el mono hembra me ha acercado esa máquina
que tiene luz. Se ha entretenido un buen rato mirándome con ella, y me ha
quitado por fin lo que tenía en la cabeza. Hemos seguido caminando entre los
monos y al final del camino que ya conozco he encontrado el carro. Esta vez no he
fallado al subir.
Cuando por fin se ha vuelto a
abrir la puerta estaba en casa. Me he puesto tan contento que no me he acordado
de despedirme de mis monos. Creo que no me importaría que volvieran, creo que
empiezo a entender lo que quieren de mí.
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