Es difícil precisar cuál
es el mejor momento de todos los que has pasado como voluntario. Hay algunos
que te marcan más, aunque no significa necesariamente que sean los mejores.
ROMÁN, EN ADOPCIÓN EN AMIGOS DEL PERRO. FOTOGRAFÍA DE PABLO VENTURA. |
Si echo la vista atrás y
pienso en aquellos instantes que han sido determinantes para seguir colaborando
con Amigos del Perro, me decantaría por estos tres:
◊ El primero de ellos, no
tenía nada que ver conmigo y fue muy al principio. La primera vez que colaboré
con Amigos del Perro, fue llevando perros desde Pajomal hasta la playa de
Poniente para un desfile solidario organizado por la Feria de Asociaciones. En
aquel primer contacto llevé dos animales, uno de ellos lo había “escogido” yo
por su increíble estampa, se llamaba Trufo y era una impresionante mezcla de
mastín y golden retriever. El segundo perro era Nanda. Había que aprovechar los
coches y llevamos también a la perra mestiza que tengo ahora mismo tendida a
los pies mientras escribo. Carambolas del destino, fue mi primera ahijada y mi
segunda adoptada. Pero no quería hablar de Nanda hoy, sino de Trufo. Al poco de
haber paseado su cuerpo rumboso por Gijón, Trufo fue adoptado. No tenía nada
que ver con su posado-robado en el
desfile, ni con que yo lo hubiese acercado aquella tarde a la playa, pero saber
que había sido adoptado fue para mí toda una sorpresa. Pensé para mí ¡coño,
funciona! Y desde entonces hasta hoy…
TRUFO |
◊ El segundo momento que
destacaría, fue aquel día mágico en el que me dijeron que mi querido Oni había
sido adoptado. No era el primer ahijado al que me adoptaban, la primera había sido Nanda y lo había hecho yo
misma, y los segundos fueron Paco y Kika, dos cachorrones, de los que no me
cabía ninguna duda iban a encontrar pronto un hogar. Oni fue el primer caso “difícil” con el que me encontraba y me entusiasmó
saber que había alguien que había sabido ver el maravilloso animal que se
escondía tras la paralizante timidez de Oni.
◊ El tercer momento, el
que realmente es mágico, es el que se produce la primera vez que uno de mis
ahijados duerme en casa.
Todos ellos, sin excepción
alguna, tras haber pasado la noche por vez primera, o desde hace mucho tiempo,
en una casa, te saludan a la mañana siguiente con esa alegría desbordante que solo
tienen los perros, haciéndote fiestas como si hiciese años que no te ven cuando
tal vez hayan pasado escasos diez minutos desde vuestro último encuentro.
Y es un momento
verdaderamente especial, porque consigue que el perro olvide que apenas te
conoce. Deja de lado sus traumas, su miedo, su incomodidad o su nerviosismo,
para demostrarte que está contento de verte, de estar contigo y permite por fin
exteriorizar el animal agradecido y leal que todos ellos llevan dentro.
Ese saludo alborozado que
no es capaz de reprimir el regocijo de verte de nuevo, es sin duda el momento
por el que sigo aquí después de 7 años :)
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