Hace tiempo que como un Alfred
Hitchcock de tercera, tenía yo ganas de introducir el tema pájaros :).
Me gustan los pájaros. Los
normales y corrientitos quiero decir. Me gustan las palomas y los gorriones,
las urracas y los mirlos y en general todo ese tipo de aves que pueblan la
fauna urbana.
Con mesura, se entiende. Yo misma
introduje en este blog, la problemática de la superpoblación de las especies
como las palomas, pero sí, en líneas generales, los tengo en estima de una
forma un tanto absurda y sin más.
Me gustan porque vuelan, menuda
obviedad. Por el árbol genealógico que los vincula con los dinosaurios. Por la
multitud de especies que se recogen bajo la misma generalidad. Me deja perpleja
esa capacidad suya de adaptarse o morir. Me gusta incluso la crueldad con la
que a veces se manifiestan. Naturaleza en estado puro.
Me gustan por su sistema de crianza.
Que su reproducción sea ovípara me desconcierta y atrae a partes iguales. Es
como si me hubiese dejado engullir por el dilema del huevo y la gallina.
Me gustan porque a veces son
monógamos y otras unos libertinos de campeonato. Algunos me gustan por sus
plumajes y la mayor parte de ellos me fascina por su comportamiento.
Lo pájaros me resultan
desconcertantes, por esa inquietud que transmite la mirada fija de un búho y
por la desconfianza que transmiten las pupilas amarillas de las gaviotas. Su
parecido con los reptiles, o el hecho de que muchas veces tengan los ojos a
ambos lados de la cabeza, no facilita que generen empatía y de hecho la mayor
parte de ellas producen más rechazo que otra cosa.
A nosotros los humanos, nos
suelen gustar las rapaces o las de llamativo plumaje, las que hemos
domesticado, las que son raras o las que por uno u otro motivo encajan en el
libro Guiness de los records: avestruces, pelícanos, pingüinos. Pero la mayor
parte de los pajaruelos, los que comparten su vida discretamente con nosotros,
o los vemos como una molestia, o nos pasan totalmente desapercibidos.
Lo cierto es que es esa
indiferencia la que les ha permitido mimetizarse con el entorno y sobrevivir
entre las personas.
Quería introducir el tema por
esta filia mía personal, por hacerles un pequeño homenaje y porque estamos en
época de nidadas.
Casualidades de la vida, mientras
yo planeaba la redacción de esta entrada, los acontecimientos han dado un giro
inesperado y hoy voy a introducir este tema al que le dedicaré varias semanas
por pura actualidad. Actualidad personal se entiende.
El sábado pasado, cuando fuimos a
buscar a Román hasta Langreo, nos encontramos con dos compañeros de
voluntariado que se habían tropezado con un polluelo caído del nido. Como no
sabían qué hacer en este tipo de situaciones, quiero dedicarles esta entrada y
las que siguen. Se la dedico porque me han dado el pie perfecto para introducir
este tema y la escribo porque entiendo que no seremos los únicos a los que los
azares de la vida, le pongan a los pies un pichón.
MARÍA Y EISENHOWER |
Así que allá vamos. Pablo,
Alicia, esto va por ustedes. Gracias por darme la inspiración y la excusa
perfecta :)
Vamos a hablar del maravilloso
mundo de la ornitología casera.
- ¿Qué hacer si te encuentras un pichón caído del nido?
Encontrarte con un pollo de
pájaro es algo que puede ocurrir porque indiferentemente de que vivamos en el
mundo rural o urbano, los pájaros nos rodean. Es una realidad.
Lo ideal, sería poder distinguir
a simple vista de qué tipo de pájaro se trata. Saber si es una especie o no
protegida y poder calcular su edad. Estas dos apreciaciones, no son fáciles
para profanos como yo y como el común de los mortales, pero sería lo idóneo
para poder actuar correctamente y poder pedir, o no, ayuda especializada.
Oficialmente, si nos encontramos
con un ave protegida, deberíamos llamar al SEPRONA o a un centro de
rehabilitación de la fauna salvaje, pero ¿qué es lo que ocurre cuando se trata
de una especie común? Por cruento que suene, deberíamos dejar al pajarillo en
el lugar en el que lo encontramos. En muchos casos sus padres lo seguirán
alimentando aunque se haya caído del nido. Lo que puede y suele ocurrir es que
el pichón no haya aterrizado en un entorno seguro y probablemente pese al buen
hacer de sus padres, la naturaleza seguirá su curso. Puede parecer cruel, pero
como decía Alex éste sábado, la raposa también tiene que comer.
Bien, una vez comunicada la
versión oficial, voy a confesaros lo que hice yo este sábado: me llevé al
pichón a casa. Y lo que es aún peor: soy reincidente, hace cinco años tuve de
invitado a un mirlo, pero como es una larga historia, prefiero ir contándolo en
etapas.
Ahora eso sí, antes de que nadie
se lleve las manos a la cabeza, deciros que Eisenhower, mi primer invitado
pajaril, voló libre cuando estuvo preparado para ello, y que Jefferson, el
pequeño gorrión que tengo ahora frente al ordenador, también lo hará si tiene
la suerte y la fuerza de sobrevivir.
La crianza artificial de estos
animalillos, es reconfortante, sencilla y complicada a partes iguales, la
semana que viene entramos en detalle con casos reales.
Buena semana, y lo que es más
difícil, ¡Feliz lunes!
www.amigosdelperro.org