Me llamo Risti y nací hace ya 10 años en La Felguera. Soy un langreano de pro, perro viejo que dicen, literalmente en mi caso. Aquí llevo desde entonces, una década en Pajomal, esperando que alguien se fije en mí, aunque cada vez lo siento más lejano y complicado.
Llegué de cachorro, alguien a quien yo tenía por eso que vosotros llamáis amo, me lanzó a una cuneta y con una pata rota esperé tumbado hasta que me recogieron. Eran otros tiempos, quizás con las herramientas de las que hoy disponéis, mi vida hubiera sido distinta. Sé que ahora, a veces no es así, que los cachorros, suelen tener la suerte de cara. Me alegro por ellos, pero mentiría si no dijese que me deja un poso agridulce en el alma saber que me equivoqué no solo de lugar sino también de época para nacer. Hoy en día todo es distinto a entonces. Lo que llamáis redes sociales pueden hacer milagros y sobre todo nos da visibilidad cuando aún somos esos peluches adorables que tanto os gustan. Sé que entrar de cachorro no les garantiza a los nuevos encontrar una casa, pero no sabéis cuanto hubiera dado por haber podido tener siquiera esa oportunidad.
Antes, hace un decenio, entrábamos en los albergues aquellos a los que nos había venido Dios a ver. Podíamos darnos con un canto en los dientes, de no tener que vagar por los montes o mendigar agua y comida. Éramos muchos y no eran raros los atropellos. Esas máquinas que tenéis y denomináis coche son terroríficas. Luego os extraña que no queramos subir a ellas. Pasan zumbando junto a tu cabeza, a una velocidad que jamás creíste una criatura pudiera alcanzar. Los ves de lejos y cuando te descuidas ya los tienes encima, pensaste me da tiempo a cruzar y nunca es así. Los humanos pocas veces frenáis cuando nos tropezáis de frente en una carretera. A veces porque no podéis, otras tantas porque os importamos un carajo y medio. Solo hay que ver los cadáveres que pueblan las cunetas, para atestiguar lo que digo…
Pero retomemos el tema, que me disperso con facilidad… Hablábamos de las diferencias entre el antes y el ahora.
Antes entrabas en lo que decíamos perrera. Entrar en una como la mía era una suerte, porque al menos tus días no estaban contados. Había otras, eso me han dicho, en las que ponían un cronómetro según entrabas y comenzaba la cuenta atrás. Pasaban raudos los días y si nadie te reclamaba se acababa todo. En la mía no. Por el contrario, en la mía entrabas y te garantizaban la comida, el techo, la cama, pero nadie podía tocarte con una varita mágica y decidir, “tú vas a ser elegido”. Éramos los afortunados, pero aquí podíamos y podemos esperar sentados a que algún alma caritativa se acercase a conocernos. A mí desde entonces hasta ahora me dio tiempo a sentarme echarme y hasta a dar la voltereta hacia atrás. Perdonad. No pretendo ser sarcástico, pero con los años y sin pretenderlo me he vuelto un tanto descreído. A veces alguno de vosotros se me acerca y se pregunta por qué he tirado la toalla… La he tirado y la he recogido tantas veces, que he perdido la cuenta. Y a veces hasta olvido la situación en la que estoy en cada momento: ¿me toca resignarme y olvidar o me toca seguir luchando? No soy un desagradecido, no se trata de eso. Tengo las necesidades básicas cubiertas, eso está claro. Tengo compañeros de box. Los he tenido de todo tipo, he conocido a mucha gente y a muchos perros desde entonces. Algunos, duran unos días, otros comparten conmigo el tiempo de años. Los perros y los humanos, quiero decir, nunca sabes el tiempo que un perro o un humano va a pasar contigo, por eso a veces decido no implicarme. Voy y vengo, no tengo problemas con nadie, humanos, perros, grandes, pequeños, cachorros, adultos y vejestorios como yo. Eso es lo que mejor he aprendido a hacer en todo este tiempo, a adaptarme. Pero no me pidáis que os eche de menos, porque nunca he sabido a quien debo pertenecer. Llevo grabado a fuego algo que me falta, sé que he nacido para ello, para formar parte de una manada. No sé muy bien lo que significa ese concepto, pero sé que ahora mismo no estoy completo. Mi tiempo se agota, y no sabéis lo que daría, por poder compartir con alguien, todo lo que sé, lo que he aprendido y lo que llevo dentro…