La verdad es que la semana pasada
leí en twitter un artículo de Melisa Tuya sobre las reflexiones que uno debería
de hacer antes de incorporar un animal exótico en su vida. El artículo es éste:
¿Seguro que quieres un animal exótico como compañero? https://blogs.20minutos.es/animalesenadopcion/2016/02/11/seguro-que-quieres-un-animal-exotico-como-companero/
Y en el recoge las recomendaciones de la Asociación Nacional de Amigos de los
Animales (ANAA), con las preguntas que uno debería plantearse antes de hacerse
con una de estas especies. Las preguntas son de lógica aplastante, desde cuáles
son los motivos que te llevan a seleccionar ese animal, a si conoces las
necesidades del mismo, preguntas que aunque parezcan de perogrullo muchos de
los adoptantes/adquirientes parecen no plantearse. Lo cierto es que nunca
entendí los motivos que pueden llevar a alguien a tener una tarántula o una
pitón encerrada en su casa. Puedo reconocer la belleza de la segunda, la
primera me produce francamente pavor, pero no soy capaz de ver las bondades de
su tenencia. Como decía Dani Mateo a propósito de éste tema en el club de la
comedia: un animal que no te mata porque
lo separa de ti un cristal, no puede llamarse mascota… Pero aún dejando
aparte esta apreciación, la verdad es que me produce mucha lástima, ver las
vidas de estas grandes cazadoras limitadas a un terrario. Sin embargo, no hace
falta a irse a estos extremos para hablar de animales exóticos. Hace años una
humilde servidora, como la mayor parte de los niños de su generación, no sé si
también de las siguientes, compartió existencia con peces rojos, tortugas, periquitos
y jerbos. Todos ellos pretendían ser parches que mis padres ponían a mi
solicitud permanente de tener un perro o un gato. Mis queridos progenitores
nunca consintieron a ese deseo durante mi niñez, conscientes de sus pocas ganas
de hacerse cargo de una responsabilidad que yo por mi corta edad no podía
asumir. Me parece lógico, pero para paliarla sí me permitieron llenar la casa
de jaulas que no hicieron precisamente felices a sus ocupantes. Estos animales
han sido durante años mascotas suplentes que se podían adquirir en casi
cualquier centro veterinario. Hoy las cosas han cambiado y no es tan frecuente
encontrarse con jaulas llenas de roedores, peces de agua fría, tortugas de
florida o pájaros de colores. Es una buena noticia para ellos. Más allá de los
aficionados a la acuarofilia o la canaricultura, a los cuáles no pretendo hacer
referencia cuando escribo esta entrada, creo que es una reflexión necesaria la
que tenemos que hacer sobre la tenencia de estos animales y su adquisición para
satisfacer deseos infantiles. Por desgracia, la mayor parte de las veces, los
adquirimos pensando que sus necesidades serán menores que las de los perros o
los gatos, pero ¿realmente somos conscientes de cuáles son las que estos
animales tienen?, ¿Somos responsables con ellos? ¿Los tenemos porque nos
aportan y les aportamos algo a sus vidas, o solo como un mero objeto
decorativo?
Además de estos clásicos infantiles,
no quería cerrar este escrito sin hacer referencia a las temibles modas de
animales exóticos. Durante mi adolescencia las iguanas protagonizaron un boom
que llenó las casas de terrarios cristalinos. La tendencia, como todas, pasó,
pero muchas de esas iguanas sobrevivieron. ¿Sabían sus propietarios que estos
tranquilos reptiles podían vivir en cautividad hasta veinte años? El siguiente
turno les llegó a los hurones. Y por desgracia como ocurre siempre, muchos de
quienes se hicieron con uno de estos magníficos mamíferos, ignoraban las
características de su especie. Muchos pensaron que su tenencia se limitaba a
comprar una jaula grande en la que recluirlos y alimentarlos, sacándolos solo a
capricho o para deleitar a las visitas, pero estos animales tienen unas
necesidades más parecidas a las de un gato que a las de un hámster. Los hurones
necesitan asistencia veterinaria, dieta variada y actividad diaria para ser
animales equilibrados. Muchas de las víctimas de esta moda, acabaron abandonadas
a su propia suerte. Los últimos en llegar a la cumbre de “lo fashion” han sido conejos,
esas pequeñas bolas de angora, tan irresistiblemente bellos, suaves y tiernos,
pero una vez más, adquiridos por sus dueños en muchas ocasiones sin saber a lo
que se enfrentaban. Hoy os presentamos a dos preciosas conejitas que necesitan
una adopción responsable. Alguien que entienda cuáles son las necesidades que
tienen, sus pros, sus contras y esté dispuesto a asumir la responsabilidad de
darles una casa para que no vuelvan a acabar en un albergue.
Estas son Fraggle y Rock, tienen
alrededor de un año y apenas un kilo de peso. Conviven con gatos y están
acostumbradas a vivir fuera de su jaula. ¿Nos ayudáis a encontrarles un hogar?