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INCORPORANDO UN PERRO EN CASA O LO QUE ES LO MISMO ¿ME FALTARÁ UN HERVOR?


Pues en mayo metimos otro perro en casa, otra perra para ser más exactos. Quizás porque la primavera nos baja las defensas, o porque nuestra vida empezaba a resultar demasiado sencilla “con solo un perro y dos gatos”… Así como el que no quiere la cosa, el número de mamíferos vuelve a ser par en mi hogar.

En fin, pues eso, que desde el 5 de Mayo tenemos a Lassie en casa. Lassie, cuyo apelativo cariñoso en casa es Vaca por su tamaño de rumiante, llegó a nuestras vidas a desbarajustarnos un poco el precario equilibrio en el que vivimos por defecto.



Lassie vuelve a ser tener a dos perras al mismo tiempo en la calle, pero al menos esta vez, tanto el ritmo como las necesidades de ambas son similares.

Mi Vaquita, se adapta bien, pero como es lógico necesita un poco de tiempo para ajustarse a su nueva vida. Para empezar, es la primera vez en su longeva existencia que tiene que convivir con animales de una especie distinta a la suya y si ya el pájaro le pareció apetecible nada más verlo, los gatos ya, para qué entrar en detalles…



Por suerte, Vaca es una perra vieja, y sus reflejos no son ya lo que eran, eso significa que un gato joven como Guiñapo, le puede pasar tres veces por encima en lo que ella abre y cierra la mandíbula para intentar catarlo. Más complicado lo tengo con Luni, porque mi gata, aparte de veterana y cegarata, ni siquiera concibe que haya perros que meriendan felinos… Por lo que no es ya que no huya de los perros, es que directamente se acerca para conocerlos…

Lassie, está aprendiendo a tolerar la presencia de gatos estáticos en su mismo espacio, pero lo que sigue siendo superior a sus fuerzas es reprimir sus instintos de caza cuando corren, saltan, bufan o se persiguen el uno al otro. Entiendo que controlar esos impulsos es más complicado y requiere de más tiempo, aunque espero que no sea demasiado. Acoger un segundo perro es asumible, poner en riesgo la integridad del resto de habitantes o convertir mi casa en una cárcel de máxima seguridad, no tanto. Así que esperemos que las cosas se vayan poco a poco resolviendo, o que algún ser humano maravilloso llame a Serín para adoptarla J

Aparte de estos pequeños roces de convivencia, Lassie no da un ruido, no llora, ni ladra, ni siquiera cuando la tengo que dejar en la habitación para que los demás podamos dormir despreocupados por la noche.

Tampoco me dará ningún problema económico, porque aparte de que actualmente está sana, está en acogida por lo que sus gastos veterinarios y de manutención están cubiertos.

Entonces, ¿qué problema hay en tener a Vaca en casa? Pues en realidad todos y ninguno. La principal contrariedad es que a pesar de lo que todo el mundo cree, yo no quiero tener dos perros… Acabo cogiéndolos porque pienso que si no lo hago yo tal vez nadie lo haga. Vaca, no lo estaba pasando bien en el albergue, no se adaptaba y no tiene muchas posibilidades de salir adoptada debido a su avanzada edad.

No me arrepiento de haberla acogido, pero a veces me siento un poco gilipollas… En ocasiones, cuando te rompes los cuernos para readaptarte a las necesidades de un nuevo inquilino te acabas sintiendo frustrado, porque ahí estás tú haciendo encaje de bolillos para buscarle una nueva casa a un perro cuando comienzan los comentarios bienintencionados que te hacen volver a poner los pies en la tierra. Empiezan los Qué moral tenéis; o los Ay, Ojalá hubiera más gente como vosotros… Y no sé cuál me ofende más, el que incluye el mensaje subliminal de: Eres tonto (opción A) o el de: Como vosotros, porque lo que es yo ni me lo planteo (opción B)… También están las caras de pobrecito trastornado entre tus amigos y familiares, que creedme, agradables tampoco son.

Así que cuando te ves a ti mismo ahí luchando contra los elementos, perros acogidos incluidos, te preguntas: Pero, ¿Qué cojones estoy haciendo con mi vida?, o lo que es peor: ¿Para qué? Tienes un poco la sensación de que, como siempre, estás haciendo el imbécil, porque te estás complicando la existencia gratuitamente, e incluso a ti mismo te surge la duda razonable de, ¿será verdad que me falta una garcillada como dice mi madre?

Entonces cuando estás ahí en plena encrucijada mental llega el chucho de turno y te mete el focico en las manos o te lame. Entonces tú, aún sabiendo que probablemente tengan razón todos aquellos que te conocen y que sea verdad que estás un poco trastornado; que eres más bien del género bobo; que tal vez por desgracia nadie vaya a querer adoptar al perro que tienes acogido e incluso que te falta un hervor, piensas, bueno sí, un poco gilipollas sí que soy, pero a mucha honra oye…






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