Mi amigo Rosky nos ha dejado sin despedirse; simplemente una tarde no quiso salir, se volvió a su cama y se fue al cielo de los perros. Rosky tenía 18 años, era el veterano del grupito de vecinos, y sabía andar suelto por la calle, porque cuando él era cachorro, los perros todavía andábamos por los pueblos a nuestro aire, sin correa, y nunca le acabó de convencer eso de ir sujeto. Era un perro simpático, sociable y pizpireto, que siempre estaba dispuesto a recibir un premio, una galleta, un trozo de salchicha... Y ahora ya no está, y le echamos de menos, sobre todo Go, su compañero hermano, habituado a estar con él a tiempo completo y por supuesto, sus humanos. Tuvo una buena vida, y se fue sin hacer ruido, sin despedirse. Quizás volvamos a encontrarnos, compañero.
Martín tiene 17 años, un pitbull viejo y esa crisis existencial que marca el fin de la adolescencia y el principio de la edad adulta. Mastín y la chica del galgo , es la historia de cómo Martín, se convierte en Mastín y como en un solo verano descubre el amor en una doble vertiente, a su vecina Mal y a los animales con los que ella colabora y él acaba comprometiéndose. No es la primera vez que os hablamos de Mastín y la Chica del Galgo desde este blog, probablemente tampoco será la última, pero todas las veces que lo hagamos merecerá la pena porque en éste libro además de una novela juvenil es una gran lectura de concienciación. Escrita por la periodista y escritora Melisa Tuya, referente de la protección animal y la lucha contra el abandono en nuestro país. En la novela se narra el día a día de una protectora sus sinsabores y pequeñas alegrías, los disgustos, las pérdidas, la falta de recursos y la sobrepoblación de los albergues. Martín y Mal encarnan a la perfección a