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CÓMPLICES


Ayer por la noche el periódico de mi localidad destacaba en su portada el desalojo de una perrera ilegal. No quiero entrar en este escrito en las condiciones en las que estaban los animales, ni en el trastorno que probablemente sufre quien lo regentaba. Creo que ambas cuestiones son más que evidentes tal y como se manifiesta en la prensa.

Fotografía de La Nueva España

Lo que no puedo dejar de señalar es la hipocresía de las autoridades que ahora se llevan las manos a la cabeza, en una reacción tan fácil como embustera, porque de su existencia tenían más que constancia. Además de las continuas denuncias que particulares y entidades de promoción animal les hicieron llegar en reiteradas ocasiones, es vox populi que la Policía Local recurría en ocasiones a éste “refugio” ante la falta de un albergue municipal en la comarca. Así que “no vale” decir ahora eso de Madre Mía, nunca había visto nada así… Si nunca lo habíais visto, será porque no quisisteis verlo porque para el resto solo fue la crónica de una muerte anunciada…

Tampoco me parecen ni justas ni de recibo, las críticas que recibe ahora una persona que en su deformación de la realidad, creía ayudar a los animales a los que maltrataba. El problema no era ella, el problema fueron todos los cómplices necesarios que ha tenido durante todo este tiempo, y estos sí que son culpables de cualquier cosa de la que queráis acusarlos.

No conozco personalmente el lugar, nunca he estado allí, pero no me hace falta para visualizar la dantesca imagen a la que se enfrentaron quienes tuvieron que desalojarlo.

Sí conozco gente que procuraba revertir esa situación, que lleva años intentando hacerle ver a quien lo regentaba, que aquello no podía seguir así, que había que dejar que tal o cual animal fuese adoptado. Testimonios de personas anónimas, que te decían, el problema es que hay individuos que vienen a traerle sus animales y ella no sabe decir que no. Et voilá! he ahí los cimientos que han sostenido durante más de quince años un trastorno y una “perrera” ilegal. Gente, que pretendiendo deshacerse de su perro, pero no queriendo reconocer que lo abandonaba, le llevaba el animal a una persona con un evidente síndrome de Noé y/o se lo dejaba amarrado a las puertas del recinto.

Porque total, donde comen dos comen tres y donde lo hacen diez, bien pueden hacerlo cien.

Que esta persona no dispusiera de medios de ningún tipo y que las instalaciones se viesen desbordadas desde kilómetros de distancia, no amedrentó a quien queriendo deshacerse de “un problema” no dudaba en agrandar el de un tercero. ¿Os imagináis trasladar este ejemplo a cualquier otra patología?, ¿Qué pensaríais de un tipo que vacía el mueble bar de su casa para evitar tentaciones y le da las botellas a un alcohólico? Menudo hijo de la gran puta, ¿verdad?, Pues esto, queridos míos, es exactamente lo mismo. Gentuza que considerando su propio animal un incordio, no dudó en poner su granito de arena para fomentarle un trastorno acumulativo a una persona que no podía hacerse cargo de los animales a los que albergaba.

Muchas gracias “simpáticos”, por haber hurgado en la herida abierta de alguien que no estaba capacitado para la enorme responsabilidad que le enjaretabais sin pudor ninguno.

Los verdaderos maltratadores sois vosotros, ella es solo una víctima más, una mera herramienta. Espero que alguno de los “depositantes” reconociese las imágenes de su “ex” perro en el periódico por ver si asoma a su rostro de hormigón armado el atisbo de vergüenza que no tuvo cuando dejó a su perro en aquel “refugio”.

Es más, ojalá el que lo reconozca sea un vecino que con dedo acusador le señale como lo que es: un maltratador y un cómplice necesario.





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