Yo crecí en una ciudad pequeña, el prototipo de capital de provincia. Los perros todavía eran nuestros amigos, como los gatos, y estaban más o menos por todas partes: en la tienda de ultramarinos tenían un perro, un mestizo pequeño y vivaracho; el taller de carpintería una multitud de gatos grandes, grises, como de terciopelo: en el kiosko había otro perro, muy lanudo y poco amigo de intimar con la clientela. En el piso de arriba vivía un pastor alemán, en el portal de al lado un caniche y otro pastor, en la cafetería los señores tomaban el café y leían el periódico con su perro tumbado al lado, jugábamos en el parque a la pelota, y de vez en cuando algún perro se metía en el juego y huía con la pelota, nos íbamos a la playa con nuestro perro y aprendíamos a nadar juntos... ¡y sobrevivimos! ningún perro ni gato nos devoró, y casi todos eran capaces de moverse entre la gente y entre sus congéneres sin mayor problema.
Luego las cosas se fueron complicando, se pusieron de moda razas más problemáticas, precisamente por su condición de "problema", como dobermans, rottweilers, incluso pastores alemanes que hasta el momento eran perros sociables, y que ahora algunos tarados intentaban entrenar como perros "de ataque", sin tener la menor idea de cómo hacerlo, claro está, pero como estaba de moda... Y fuimos progresando, y empezó a haber dificultades de limpieza viaria por la falta de cuidado de los dueños, y ahora tenemos muy serias dificultades con la proliferación incontrolada de perros potencialmente peligrosos, que se hacinan en albergues, refugios y perreras sin oportunidad de encontrar una familia (eso en el mejor de los casos... porque en muchos lugares simplemente están sentenciados a muerte).
Y como resultado, tenemos un mundo en que se anuncia como novedad el poder ir a la playa con tu perro, eso sí, con restricciones en muchos casos absurdas, como que el perro tenga que ir atado o no se pueda bañar, que entonces, ¿para qué va a la playa? Nos estamos perdiendo muchas cosas, y sobre todo, nuestros hijos se están perdiendo todo eso que vivimos de chiquillos, correr por el parque con tu perro o con el del vecino, nadar y correr por la arena y dejarse salpicar por un peludo muy peludo... Todo eso forma parte de la vida, al menos para los que queremos que los perros formen parte de nuestra vida.