Estas semanas atrás hemos visto el papel desempeñado por los animales en las guerras humanas. Caballos, perros, gatos, palomas… La mayor parte de ellos con una presencia cotidiana en nuestras vidas. Pero al igual que los elefantes que iniciaron esta saga de animales guerreros, el protagonista de nuestro blog de hoy no fue uno de estos ciudadanos animales habituales: Hoy quiero contaros la historia del Oso Wotjek.
Wotjek, era un osezno huérfano que la 22ª Compañía de Artillería del II Cuerpo del ejército polaco se encontró por casualidad en su camino hacia Irán. La particularidad de su historia reside en que Wotjek no era una mascota sino que fue oficialmente un soldado que tuvo que ser formalmente alistado para que su manutención pudiera ser sufragada por el ejército. Enrolado como un soldado más, acompañó a los polacos desde el 8 de abril de 1942 hasta el 15 de noviembre de 1947 cuando oficialmente se desmoviliza su Compañía.
Ilustración 19 Wotjek Fuente: http://miswojteksopot.org/wojtek-bear/ |
Wotjek fue criado con leche condensada hervida que los soldados le administraban usando una botella de vodka a modo de biberón. Tras incorporar a su dieta fruta, mermelada, miel y sirope, sus compañeros de campaña, decidieron ampliarla incluso con cerveza y cigarrillos tal y como eran recompensados los miembros humanos del batallón.
Según los testimonios de la época, parece que el oso protagonizó muchas anécdotas ya que ni siquiera el conflicto bélico podía explicar la presencia de un oso de casi dos metros de altura en medio de los humanos.
Cuentan por ejemplo que navegando por la costa de Ancona, Wotjek saltó del vehículo y se dirigió nadando hacia la playa sembrando el caos entre los bañistas italianos que en aquel momento intentaban disfrutar del Adriático.
Fue también en Italia, tras la batalla de Monte Cassino, cuando Wotjek se convertiría en el emblema de su compañía tras participar activamente en el enfrentamiento trasportando los proyectiles. Desde ese momento, la 22ª Compañía de Artillería del II cuerpo del ejército polaco estuvo representada por un oso cargando una bomba.
Al finalizar la guerra tanto Wotjek como su Compañía se encontraban en Escocia. Permanecieron allí durante unos de años, hasta que oficialmente las tropas fueron licenciadas y los soldados pudieron regresar a sus casas. Wotjek por el contrario, no tenía un hogar al que volver así que tuvo que permanecer en el Zoológico de Edimburgo hasta su fallecimiento en 1963.
Aunque su historia es llamativa, os sorprenderá saber que no fue el único oso que acompañó a los soldados durante la Segunda Guerra Mundial. Bárbara, una osa polar rescatada a la deriva a la altura de Groenlandia, fue acogida y adoptada por la Royal Navy hasta que su tamaño no le permitió seguir en la cubierta del barco y tuvo que ser trasladada al zoológico de la Marina Real en Isla Ballena.
Ilustración 20 Wotjek http://miswojteksopot.org/wojtek-bear/ |
Aunque hoy nos pueda resultar inconcebible la “utilización” o la “adopción” irresponsable de estos animales por parte de los hombres que formaban los distintos batallones, hay algo que no deberíamos perder de vista y es que en la mayor parte de los casos, entonces como ahora, estos animales denominados “mascotas” dentro de los regimientos, tenían la misión terapéutica de subirle la moral a las tropas a las que acompañaban.
Ya entonces al igual que ocurre hoy, los animales tenían y tienen la capacidad de ser nuestro sustento emocional y que sean capaces de hacerlo aún en tiempos de guerra, es algo digno cuanto menos de elogio.
Ilustración 21 Wotjek http://miswojteksopot.org/wojtek-bear/ |
Como ya os he contado Wotjek, acabó sus días en un zoológico, ingrato final para quien tanto había aportado de forma totalmente desinteresada. Quizás precisamente por ello, se hayan levantado en su honor varias esculturas que rememoran su gran epopeya e incluso hay una fundación en Polonia, de la que por cierto he tomado prestadas estas fotos, que tiene por objetivo lograr el reconocimiento oficial de Wotjek a la democracia.
Todos estos homenajes aunque sean póstumos son necesarios, ya que nos permiten recordar, todo lo que la humanidad le debe a los animales incluso en tiempos de guerra.