Gijoneses: antes de nada no os
ofendáis, os he utilizado en el encabezado por una cuestión de fuentes, pero
vuestro caso es por desgracia extrapolable a muchas otras de nuestro entorno…
Pues sí, a veces leer la prensa
me da miedo… Tranquilos, no voy a hablar de política ni economía, sino de otros
demonios cotidianos, los envenenadores anónimos.
De un tiempo a esta parte, se
venían produciendo una serie de noticias, cambios alentadores en nuestra ciudad
más cosmopolita, Gijón. Hace años que Gijón, como la urbe avanzada que es, ha
ido adoptando políticas inclusivas a sus habitantes y visitantes caninos.
Cientos de locales de comercio y restauración colgaban el cartel de “Dog
friendly”, y son tantos que se llegó a editar una guía: “Gijón con Perro” e
incluso un “Perriplano”. Estas iniciativas privadas comandadas por ciudadanos y
empresas anónimas, hicieron que el Consistorio fuese dando pasitos en la misma
línea. El Ayuntamiento se destacó habilitando zonas para que los cánidos
pudiesen estar sueltos, autorizando la presencia de perros en la playa de San
Lorenzo fuera de la época estival e inclusive estableciendo una playa perruna
en el entorno urbano, “El Rinconín”.
Todas estas noticias hacían
presagiar que avanzábamos hacia una sociedad más permisiva y empática, que
reconocía la importancia que los animales domésticos han ido adquiriendo en las
últimas décadas.
Parecía que todo iba viento en
popa, ¿verdad?, pues sí pero no… De la caverna siguen saliendo bestias
cobardes… Me refiero a esa panda de
hijos de puta que a la que te descuidas te diseminan veneno por una zona verde,
o dejan un rastro de carne con agujas a su paso…
Como ocurre con todas las
evoluciones, hay seres incapaces de asumir que la sociedad avanza y que su
criterio, no es el único, ni desde luego tiene por qué ser compartido por el
resto. Estos individuos se niegan a aceptar que su vecino tenga perro aunque
ellos los odien. Destilan tanto odio, que son capaces de pasar por encima de lo
que sea con tal de llegar a su objetivo. La rabia los define y los conduce. Pero
son cobardes, tan cobardes que lejos de quitarse la careta se sirven del
anonimato para llevar a cabo sus hijoputeces cotidianas…
No podemos permitir la
intolerancia, mucho menos a costa de la vida de nuestros perros. Se requieren
reacciones reales, consecuencias a los actos. Que lo paguen, que sean
condenados por poner en peligro la salud pública. Gijoneses, no podemos
permitir que los Dog Enemy empañen todos vuestros logros como Dog Friendly.
Denunciemos a estos hijos de la gran puta, pero mucho ojito, en Comisaría, no
vayamos a tomarnos nosotros, como ellos, la justicia por nuestra mano.
Una última anotación: Ciudadanos
anónimos que creéis que esto no va con vosotros, que lo consentís porque no
tenéis perro e incluso pensáis que nos lo merecemos un poquito porque hay mucho guarro suelto que no recoge las
deposiciones de su perro… Pues habéis de saber que lo que llevamos tantos años
advirtiéndoos ya se ha producido: En Córdoba hace un par de meses un niño
resultó envenenado como consecuencia de vuestra “neutralidad”. La noticia
completa aquí:
Estamos de acuerdo en que es una
guerra entre personas y animales, pero animales de dos patas, no de cuatro…
Ésta, es también vuestra guerra, la guerra de las personas contra la estupidez,
la hijoputez y la intransigencia.
Seamos serios, este tipo de
acciones no se puede consentir. ¡Basta ya de envenenamientos!