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VERGÜENZA


Qué barbaridad. Leo en distintas noticias titulares a cuál más escabroso “Cada tres minutos se abandona un animal de compañía en España”. “CUATROCIENTOS (que se dice pronto) abandonos al día”… Seremos un país maravilloso en algunos aspectos, pero desde luego hay muchos otros que me hacen sentir eso, vergüenza. Una especie de vergüenza ajena que no deja de ser propia.

Todos los datos que encuentro son del verano pasado donde según estos cálculos unos 300.000 animales habrían sido abandonados por sus dueños.





Somos el país europeo con más desahucios animales. Qué honor, otro listado memorable que liderar.  Se me hace muy cuesta arriba lidiar con estas cifras. Las protectoras encuestadas hacen referencia a la crisis económica, pero no nos engañemos, esta “crisis ética” no tiene que ver con el dinero. Tiene que ver con una falta de lo más básico: empatía. Antes de la crisis los abandonos eran ya muy numerosos, nadie nos había arrebatado nuestro posición en el podio de desalmados de Europa. Lo que sí que ha cambiado con la crisis son los fondos que los distintos ayuntamientos o comunidades disponen para las entidades de protección animal, pero la falta de dinero no nos convierte en abandonadores. Hay un germen propio que se desarrollará, no digo que no, en esta coyuntura. Pero estoy convencida de que viene de serie. Y a los hechos me remito. A ver sin irnos a los extremos, es cierto que aunque yo personalmente no lo comparta, hay gente que en un momento dado debe deshacerse de su perro porque su circunstancia personal o económica ha cambiado. Hay casos y casos desde luego. Pero la gente responsable se preocupa por darle un hogar a su amigo antes de dejarlo tirado en la calle a merced de su suerte. Luego están los otros, los de la (no) vergüenza, los que azotan a su perro o gato de cualquier manera y si te he visto no me acuerdo. ¿Dónde están? ¿Quiénes son?, Pues como si de una película de aliens se tratasen la respuesta es: Están aquí. Entre nosotros.

A tenor de los números no son cuatro hijos de su madre, son cientos, miles, cientos de miles de hijos de puta los que año tras año tienen la sangre fría de abandonar a su perro. Así de fácil, como un clínex desechable, como una colilla. Increíble pero cierto.

Además en este país nuestro de la artimaña no sirven de nada los chips ni el endurecimiento de las penas. Nos las arreglamos en seguida para hacer la trampa donde antes estaba la ley. Así cada año son más los infelices que dan, cuando tienen suerte, con sus huesos en una protectora. Otros muchos acaban atropellados y/o causando un accidente de coche. O en un paso más dentro de nuestra macabra ascensión en la falta de escrúpulos, ahorcados como los galgos. Hay algo en nuestro cerebro que no funciona. Eso está claro. No puede ser que todas esas personas que aparentan estar en el uso total de sus facultades mentales de repente un día de la noche a la mañana sean capaces de darle una estocada a un fiel amigo. Prefiero pensar que es algún tipo de trastorno mental no diagnosticado a creer que simplemente somos un país de hijos de puta.

Un año más, en primavera casi a las puertas del verano, recurramos a los clásicos, volvamos a grabarnos la mítica campaña de la Fundación Affinity: No lo abandones él nunca lo haría.


Aquí tenéis el spot, 26 años más tarde, más necesario que nunca:




María y Javi




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