Escribo este post con el total
convencimiento de que voy a abrir un agrio debate, pero tenía ganas de hablar
de ello, de esta otra realidad.
Hace tiempo, allá por abril, se
me estremeció el espinazo al tropezarme en una revista con el tema de la
“indigencia canina”. En el reportaje, varias personas con distinta (mala)
suerte y trayectoria personal, miraban a cámara transmitiendo la soledad de sus
vidas solamente aplacada por la proximidad de un perro. Personas a las que la
crisis, la vida, la mala cabeza o las relaciones tóxicas les habían arrebatado
la dignidad, la recuperaban en parte con la compañía de un chucho con el que
compartir noches al raso.
Leyendo sus historias, sin entrar
a juzgar si su actual situación es fruto de las consecuencias o del azar, me di
cuenta de que nos diferenciamos por bien poco. Que cualquiera de ellos, tenía a
su perro en lo más alto de su escala de valores, pero que por más que mi perra
sea para mí, nunca será tanto como para aquellos a quienes la vida les ha arrebatado
el resto. Y cuántas veces habremos juzgado abiertamente la situación económica
de una persona para barajar su sentido de la responsabilidad.
Está claro que un cierto
bienestar económico es necesario para garantizar unos mínimos pero que sería de
cualquiera de estas personas sin su perro. Quiénes somos nosotros, que habitualmente
vilipendiamos a estos individuos sin conocerlos, para juzgar el mal que estos
le hacen a un perro. Porque francamente a un perro se la trae al pairo tu nivel
económico, le da lo mismo cuál sea el concesionario del que hayas sacado tu
coche, o la marca de pienso que le des para cenar. Un perro quiere ser parte de
una manada, no exige ser parte de una estratificación económica concreta. El
perro no quiere ver la nómina, quiere ser parte del cariño. Y leyendo a estas
personas, que aseguran quitarse el pan de la boca para tener el perro en
perfectas condiciones, pensé para mí, ¿no
harías tú lo mismo?
Buceando en internet encontré
también una imagen, desgraciadamente con copyright, en la que un perro le dice
a un humano: tú tienes familia, pareja,
amigos, yo solo te tengo a ti, y la recordé viendo los rostros de estas
personas. Ellos han dejado de tener todo eso que nos rodea habitualmente:
familia, amigos, pareja, conocidos, para pasar a ser solo un perro, y tenerlo
solo a él. ¿Sería justo quitarle el perro a alguno de ellos? ¿No sería más
razonable habilitar lugares para que puedan pasar la noche con ellos?, ¿no será
más humano no quitarles ese bastión moral sino echarles una mano? Para todos
aquellos que sois capaces de empatizar con el animal, pero no con el humano, yo
os pregunto: ¿qué significa vuestro perro para vosotros?, ¿Podéis imaginaros no
tener en la vida a nada ni a nadie más que a él?, ¿Acertáis a concebir el duro
mazazo que supondría que de repente os lo arrebataran?
Entiendo perfectamente que el
animal no tiene la culpa de la mala o buena cabeza del dueño, y también me hago
cargo que esa buena o mala cabeza puede suponer que esa persona no sea capaz de
canalizar la ayuda que puede recibir para su perro, pero dejando al margen el
debate de quien debería recibir la ayuda, yo planteo lo siguiente: Antes de
desposeerle del animal ¿no os parecería más adecuado cubrir las necesidades del
perro sin que esto implique darle dinero al dueño?
Siendo realistas, los animales
son terapéuticos, ¿cuánta gente no se hunde gracias a que se convierten en su
tabla de salvación?, ¿Cuántas personas al borde de la depresión han salido a
flote gracias a la compañía incondicional de un perro? A estas personas que ya
están al borde del abismo, ¿de verdad creemos que es mejor quitarles el perro y
empujarlos, que coger a uno de la mano y al otro de la correa y echarles un
cable?
Echadle un ojo al reportaje y
responded con sinceridad: ¿De verdad no
os sentís identificados con ellos?