Ya hemos hablado en otra ocasión de las palomas,
porque si pensamos en fauna urbana, quizás sea el primer ejemplo que se nos
viene a la cabeza, esas aves atontolinadas, despreciadas por la mayor parte de
nuestros conciudadanos, que nos han perdido todo miedo y respeto y se
entremezclan con nosotros en jardines, tejados y terrazas, recibiendo
innumerables críticas que podemos resumir en el apelativo poco cariñoso de
“ratas con alas”. Sin embargo, ellas son el paradigma de la adaptación. No son
las únicas que han sabido acomodarse a los nuevos ritmos urbanos.
En nuestros parques y zonas verdes se encuentra la
clave de la transformación y la convivencia entre especies. Nosotros creamos
esas zonas para relajarnos, descansar y seguir en contacto con una pequeña parte
de esa naturaleza domesticada. Ellos, la utilizan para establecerse en su nuevo
entorno. Adaptarse o morir.
Si nos paramos a pensarlo, somos unos grandes
proveedores de alimentos para una legión de animales que viven entre nosotros.
Los restos de comida, son un bufete libre para aves como los gorriones,
vencejos, estorninos, urracas, mirlos (o tordos), jilgueros, petirrojos y
colirrojos, golondrinas y un sinfín de especies se alimenta en nuestros parques
y duerme en nuestros tejados. Y es que por increíble que parezca vivir en
nuestras ciudades también implica ciertas ventajas para las aves:
♦Tienen mayor
cantidad de alimento, al ser omnívoras, encuentran multitud de comida en
nuestros desperdicios, porque como seguramente habéis comprobado más de una vez,
las aves urbanas, también son esclavas de la comida basura.
♦Disponen
de mayor seguridad. Es indudable que haberse mudado a la ciudad limita el
número de depredadores, por lo que las aves urbanas, tienen menos enemigos en
su entorno.
♦Vivir un
invierno menos crudo. Ventajas de la contaminación. La polución y la
contaminación lumínica hace de las ciudades entornos con climas más suaves,
sobre todo en invierno lo que facilita la supervivencia de las aves.
♦Disfrutan
de zonas verdes tranquilas y con menos tóxicos: por paradójico que pueda
resultar parece ser que los entornos urbanos disponen de zonas verdes con menor
presencia de insecticida que los cultivos rurales, por lo que los insectos que
las aves incluyen en su dieta son menos tóxicos.
Es indudable que algunas de estas ventajas son al
mismo tiempo desventajas para algunas especies, la contaminación mitiga la
temperatura invernal, pero al mismo tiempo limita el volumen de insectos lo que
hace que las especies insectívoras no tengan tanta presencia en los centros
urbanos.
Otros efectos de la urbanización, como el asfalto
afectan a aquellas aves como las golondrinas, que no encuentra con qué
construir sus nidos.
Hay consecuencias más generales y comunes a todas las especies,
convivir con humanos aumenta el riesgo de accidentes y la contaminación
acústica puede afectar a su capacidad reproductiva, ya que sus cantos son el
principal reclamo en la época de emparejamiento.
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