Bueno, en contra de mi costumbre, tras la marcha de Román no
voy a concentrarme en un solo perro, como he hecho durante estos últimos 7
años, sino en dos. En principio, como os comentamos la semana pasada y como
podéis ver reflejado en nuestra firma, el próximo ahijado que nos correspondía,
era y sigue siendo Roy, sin embargo hay un caso excepcional que hace que por
una vez dupliquemos nuestros esfuerzos e intentemos también buscarle casa a ese
osazo llamado Risti.
Por eso hoy, con permiso de Roy, voy a hablaros de Risti.
Risti es un precioso macho de gran tamaño, una mezcla de no
se sabe muy bien qué, pero que da como resultado un magnífico oso de 35 kilos
de peso y planta espectacular. Para que entendáis porqué Risti, necesita ayuda
con urgencia os voy a resumir su historia: Risti entró con apenas unos meses en
la protectora y diez años más tarde todavía sigue allí. Lo encontraron tirado en
una cuneta. Como una colilla sin ningún valor. Alguien probablemente lo arrolló
con un coche pues tenía fracturada una pata, y ese “alguien” ni siquiera se
molestó en detenerse. Tal vez quien lo atropelló fue el mismo que lo abandonó,
prefiero pensar que había solo un monstruo y no dos en la misma confluencia
espacio-tiempo. Sea como fuere, el desalmado que lo golpeó con el coche, ignoró
al animal y con toda la sangre fría de la que fue capaz, siguió adelante,
probablemente mirando impasible por el retrovisor como quedaba tumbado aquel
enorme cachorro, dolorido y magullado. Allí se quedó Risti sin entender que
había hecho mal, hasta que un alma caritativa lo subió a Pajomal. Y allí sigue. Su pata se restableció de sus heridas, pero en
todo este tiempo nadie ha querido darle una oportunidad.
Su enorme tamaño merma sus posibilidades de encontrar una
casa, al mismo tiempo que su edad, va apagando poco a poco su estrella. Risti,
no puede esperar otros diez años a encontrar un hogar, y aunque pudiera, no se
lo merece.
La primera cosa que te sorprende de este enorme perrazo es su
tranquilidad y su calma. Tiene esa cadencia al andar de los amastinados, un
traqueteo tranquilo que sigue el paso de quien lleva la correa. Risti no se
inmuta con los distintos ruidos que se va tropezando por el camino. Se deja
llevar con dulzura por el que lo guía, no amaga ni siquiera con dar un tirón.
Cuando te detienes se para a tu vera y otea el horizonte dejándose llevar por
los olores nuevos que le llegan de los jardines cercanos, pero ni siquiera
entonces intenta cambiarte el rumbo. Lleva en los genes la mentalidad del
seguidor: Echar a andar siguiendo al guía sin plantearse hacia donde, sin
dudar. Y hago tanto hincapié en esta característica, porque sinceramente desde
mi perra Nanda, no recuerdo haber bajado ningún perro de Pajomal, al que no hubiera
que enseñar a caminar por ciudad. Y hace tanto tiempo que mis ahijados intentan
arrancarme un brazo de cuajo en el primer paseo que ver a ese enorme perro
caminar a mi vera sin rechistar ha terminado por rendirme y dejarme embelesar.
Esa tranquilidad de Risti, lo hace un animal idóneo para
ciudad, no necesita pasear mucho, y es calmado y dócil. Se lleva bien con
perros, machos y hembras. Lleva tanto tiempo compartiendo box con múltiples
animales, que sus congéneres no son para él un problema. Es un perro sociable
con personas que no desconfía de los extraños. Agradece las caricias sin ser
dependiente. Es sosegado y cariñoso, con la dulzura de los perros que comienzan
el camino de la ancianidad.
Ayer tarde en Sama, con el calor sofocante que lo envolvía
todo y convertía en fuego el asfalto, todas las personas que nos encontramos
por el camino, miraban sorprendidos a aquel perrazo que caminaba tranquilo a
lado de quienes pensaban eran sus dueños. Más de uno se hubiera llevado las
manos a la cabeza si le hubiéramos dicho que era la primera vez que lo veíamos.
Cada vez que nos deteníamos, Risti acercaba su enorme cabeza y la dejaba
reposar sobre la mano, buscando tiernamente las caricias.
¿Sabéis? Cuando era pequeña y soñaba con tener un perro, me
imaginaba un animal como Risti, enorme, tranquilo, leal y bueno. La imagen que
me venía a la mente, era la de un animal cómo él, un perrazo calmado y dócil.
Como me pasa con tantos otros, no entiendo que hace allí. No
consigo comprender como después de tantos años ignorado, sigue creyendo que
necesita a los humanos para sobrevivir. Risti, como todos los de su especie, ha
dejado de lado a los de su raza, porque tiene como aspiración seguir a un
humano de solo dos patas. Necesita sentirse querido y formar parte de un hogar.
¿No crees que este grandullón se merece al menos una oportunidad? Ayúdanos a
que pase su vejez rodeado de caricias en un hogar. Risti te necesita, ¿nos
ayudas a buscarle una casa?