En mi barrio viven dos hermanos, un poco más jóvenes que yo. Es bastante evidente que son hermanos, se parecen mucho, aunque solo uno nació con buena estrella.
King tiene una buena familia, donde le quieren y le cuidan (y se quieren y se cuidan entre ellos). No deben de tener mucho dinero, por alguna cosilla que les he oído comentar con mi humana, pero ella dice que casi nadie lo tiene en estos tiempos. Pero ese es otro tema, a lo que íbamos: King pasa horas y horas en el parque, corriendo detrás de su pelota. King es un perro muy fuerte y muy activo, incansable, el modelo de perro yonki de la pelota. Necesita mucho ejercicio, así que quizás sea una suerte que su humano no haya encontrado trabajo desde hace mucho tiempo, aunque cuando sí trabajaba, se las ingeniaba para que a King no le faltasen paseos y toda la actividad que necesita. King es un perro básicamente feliz, es amistoso y suele llevar una sonrisa en los labios.
Y luego está la otra cara de la moneda. Kong vive en un espacio cercado, un espacio más pequeño que el dormitorio que comparto con mi humana. Y además, está atado con una cadena que le da justito para llegar a los extremos de ese espacio. Le han puesto una caseta de madera al fondo, en la que no cabe del todo, así que siempre se ve asomar alguna pata. Porque Kong, cuando tiene miedo o frío, se mete en la caseta como un caracol en su concha, no se le ve ni la nariz. Y muchas veces tiene miedo. Con las tormentas y los petardos, como yo. Y una vez, porque pasaba muchísima gente por delante de su verja; a mí me gusta ver tanta gente, aunque vayan alborotando, porque es una oportunidad de mimos y de hacer nuevos amigos, pero Kong está encerrado y atado, y mi humana se paró a darle unas chuches, acariciarlo a través de la verja y tranquilizarlo un poco. Mi humana ha comprobado que los dueños de Kong (dueños, no familia) van todos los días a darle de comer, pero Kong tiene una mirada triste, su expresión es muy diferente de la de su hermano King.
Kong está allí, encadenado, viendo pasar la vida por delante de su verja. Empapado cuando llueve, que viene a ser todo el invierno, pasando frío o calor, sin salir a jugar con otros perros ni saber lo que es tener una familia. Kong también es un perro muy fuerte y muy activo, que necesita mucho ejercicio. Pero Kong nació estrellado, y como tantos otros, cumple una cadena perpetua inmerecida.
Ya veis, hasta para ser perro hay que tener suerte...