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DIARIO DE UNA ADOPCION 1

DIA 1.- VIERNES, 3 DE MARZO DE 2017

Hoy he adoptado a una mastina, tiene nueve años, se llama Xona y es enormeeeee!


XONA Y MARIELA


Pero es una experiencia diferente, dar la oportunidad a un perro viejo y grande de vivir en una familia, en un hogar con perros y gatos, cuando lo que ha conocido es la soledad de guardar y la jaula de un albergue. Y quiero compartir con vosotros esta experiencia diaria de tener una gigantona abuela en casa.

Empezaré diciendo que me gustan los perros grandes, y me gustan adultos, mi experiencia me indica que si quieres elegir bien a un perro es mejor elegirlo con el carácter ya formado, a partir de dos años, y más si no tienes experiencia educativa, o no tienes tiempo o no te apetece complicarte la vida con educación canina.

Por otro lado, la selección del perro a adoptar tenía que hacerla de acuerdo con mi perra actual, Poppy, porque estas decisiones de convivencia tenemos que hacerlas juntas, ya que las dos compartiremos tiempo y espacio con la nueva. Claro que pensándolo bien, mis gatas tendrían también que elegirla, pero eso es más complicado, por lo que tengo que fiarme de la capacidad de adaptación de las felinas para aceptar a la nueva. Y estoy cruzando los dedos mientras escribo esto… ¡¡¡hasta los de los pies!!!!;)

Lo primero es revisar de los grandes y adultos cual es más tranquilo, yo quería una perra o un perro tranquilo, para eso mejor que los trabajadores y los voluntarios no lo sabe nadie, por lo que mis primeras informaciones sobre los abuelos gigantones de Pajomal salió de ellos.

Después me hice una lista por edades, Xona era la más vieja, había más pero por algún sitio había que empezar y además me gusta físicamente Xona.

Así que el viernes, cargo a Poppy en la coche y p’allá que nos vamos. Hay que decir que Poppy es una perra de seis años muy sociable, que no tiene problemas con otros perros a no ser que los busquen, también adoptada, que se lleva bien con gatos, sumamente cariñosa con un puntín de posesiva y muy celosuca.


POPPY


Hicimos las presentaciones en el patio, llevamos a Poppy y a Xona, el primer encuentro se desarrolló sin problemas, el saludo protocolario: “yo huelo tu culín y tu hueles el mío, enoooormeeee” jajajajaja! Y acto seguido, cada una por su lado se fueron a olisquear cosas interesantes o al menos más interesantes, ignorándose olímpicamente. Cuando se cruzaban, se volvían a oler y listo.




A la vista de la tranquilidad que destilaba el ambiente, me decidí a llevármela, eso sí, previo paso por la peluquería porque Xona no olía mal… o no solo olía mal, tenía el pelo todo apelmazado y no me veía con fuerzas para bregar con la giganta en la bañera deshaciendo nudos, así que… primera parada: ¡¡¡la peluquería!!!

A fuer de ser sinceros, no se me iba de la cabeza el problema felino, o sea ¡¡¡mis gatas!!! ¿Cómo se portaría Xona? ¿Como reaccionarían ellas?

Pero pensé que cada cosa a su tiempo, ahora lo más urgente era darle un baño a esa enorme perra y tal cual nos fuimos a la peluquería de BtAstur donde Esther nos hizo un hueco, ya que era perra adoptada y la sensibilidad es mayúscula en esa clínica.

Nos subimos las tres al coche, Xona casi no cabía en el maletero, y obviamente no quería subir, pero ya Alex la cogió en brazos, y ¡p’adentro!, durante todo el viaje se portó fenomenal, aunque se la notaba estresada, jadeaba bastante, a pesar de que iba todo el camino hablando con ella y dándole ánimos.




En la pelu todo bien hasta que llegó el secador… ese ruido infernal… ese aire que no se sabe de donde viene… ¡va a ser que no! Así que de nuevo al coche empapada a la espera de llegar a casa y volver a secarla a fondo con una toalla.

Cuando llegamos a casa, la primera dificultad, ¡¡¡las escaleras!!! Xona no entendía el concepto y mucho menos estaba dispuesta a entenderlo, pero es una perra sumamente dócil así que con palabras de ánimo y algún tironcito de correa, las subió, luego las bajó, luego volvió a subirlas, la repetición fue para que empezara a captar el concepto y entendiera que no había problema alguno.

La dejé suelta en casa, con la correa colgando por si necesitaba sujetarla para algo, le puse agua y tras beber decidió que ya estaba bien de trasiego, se tumbó en el suelo, en mitad del salón y, obviamente fuera de la manta que había dispuesto para ella.




El resto de la tarde transcurrió sin novedades, salimos a dar un par de paseos cortos, para que investigara las inmediaciones, pero sin agobiar, nos cruzamos con un par de perros, pero estaba demasiado ocupada en los olores, todo tan nuevo y oliendo tan bien… ¡¡¡hhhummmmm!!!

Todo lo hacemos acompañadas por Poppy que no me deja ni a sol ni a sombra y no pierde oportunidad de subirse encima de mí, para demostrar al mundo, o sea a Xona que yo soy suya y solo suya, y que lo vaya teniendo claro.

A ratos, Poppy me mira de reojo en plan... si me destrona, no te lo perdonaré nunca, es más te castigaré con mi indiferencia hasta mi último suspiro ¡¡¡Perros!!!

Este primer día, mientras todo esto iba pasando, las gatas estaban en su habitación, tranquilamente, con sus juguetes, comidita húmeda y demás, ignorantes de la gigantona que acababa de llegar al hogar donde, en su opinión, son reinas coronadas.

La noche transcurrió sin problemas aparentes, ya que Xona no hizo ni un solo ruido. Durmió supuestamente en el salón, aunque no se le impidió acceder a la habitación, las escaleras aún le imponían un montón.




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