Bueno, ahora que estoy un poco
más calmada que la última vez que escribí (pero poco para que engañarnos),
quiero volver a incidir en el tema de los perros grandes en las ciudades (masoquista
que es una…)
Voy a comenzar diciendo que
efectivamente no a todo el mundo le gustan, ni le tienen por qué gustar, los
mismos perros. Eso ya lo sé y no es mi intención cambiarlo. A mí personalmente
no me agrada la estética de los Pugs, he asumido con los años la de los
bulldogs franceses, pero durante mucho tiempo hasta que me familiaricé con
ellos tras el boom que los convirtió en el perro de moda, los conocía como “el
perro murciélago”. Solo había visto uno en mi vida, y me pareció cualquier cosa
menos bonito.
Por la misma lógica, el tamaño de
los perros es otra característica que hace que nos agrade o desagrade un
animal, eso es normal y yo en mi anterior entrada no cargaba contra quienes no
quieren un perro grande en general, si no con la hipocresía con la que medimos
el tamaño de un animal en función de la raza a la que éste pertenezca.
Ojo, hay mucha gente que no lo
hace, gente a la que no le gustan los animales grandes porque no y punto o
porque quieren un perro de cuello y sofá y no meterían en casa ni por todo del
mundo un Golden Retriever. Yo no hablo de esos tampoco. Yo me refiero al que le
parece tan normal tener él mismo un dálmata (ejemplo de raza de perro puesta al
azar) pero me dice a mí que Pattie, va a ser demasiado grande para vivir en un
piso. Eso además de desfachatez es tenerlos como el Caballo de Espartero que decían
en mi casa… Yo me refería única y exclusivamente a esos.
Y ahora bien, dejando a un lado
las pertinentes aclaraciones, voy simplemente a comentar algunos aspectos sobre
los perros grandes, que yo misma desconocía antes de tener a Nanda.
NANDA |
Vaya por delante que Nanda es una
perra mediana, ronda los 20 kilos en función de lo fartona que haya sido en su
última etapa antes de pesarse en el veterinario. Como recuerda a un pastor
alemán, aparenta ser más grande de lo que en realidad es, pero sigue siendo una
perra de talla mediana.
Para mucha gente, yo incluida
antes de tenerla en casa, su tamaño ya era “demasiado grande” para vivir en un
piso. Yo siempre había tenido perros pequeños en casa. En mi familia había una
pequinesa, una mestiza de chihuahua o mezclas pequeñas de terrier. El peso
máximo de perro con el que había convivido se limitaba a los 8 kilos, pero
entonces se murió Scrappy, y nosotros nos enfrentamos a la diatriba de adoptar
o no a Nanda. Conocíamos a la perra, porque llevábamos dos años siendo sus
padrinos y ése fue el único motivo por el que me decanté por ella, porque por
desgracia en aquel momento sus estándares, superaban a los míos.
Yo también pensaba que los perros
“grandes” tenían que estar en una casa y tenía miedo que la perra fuese
demasiado grande para estar en un piso. Javi temía que los paseos tuviesen que
ser más largos, yo que su actividad bajo techo fuese desproporcionada, pero
Nanda llegó y nosotros no tardamos en darnos cuenta de que su tamaño no tenía
nada que ver con el resto de sus características.
Nanda, como la mayor parte de los
perros de su tamaño, en casa es un mueble más, una alfombra que además de tener
pelo lo suelta, pero no da más trabajo que los perros pequeños con los que he
convivido.
Sus gastos son los mismos, que
los que tenía con mi anterior perro y aunque Nanda come más de lo que comía su
antecesor, no necesita un pienso especial, con lo que en el fondo, creo que he
ahorrado dinero en comida desde su llegada. En gastos veterinarios, Nanda no me
resulta más cara que ninguno de los gatos con los que convive y eso que esos
dos juntos ocupan una cuarta parta de lo que ella llena.
Al igual que me pasaba con los
anteriores perros, sigo teniendo que sacarla a la calle tres veces al día.
También tengo que ir detrás de ella por los jardines bolsa en mano, por lo que ese
aspecto tampoco ha cambiado. Desde que llegó Nanda sale al mismo parque al que
salía Scrappy, y hace exactamente el mismo recorrido. También se sienta en las
mismas terrazas y mi ruta habitual no se vio alterada por su llegada. Es más,
Pattie recorre el mismo itinerario que hace Nanda y que en su día hacía
Scrappy, ¿Cuál es la diferencia? que Pattie, baja con una pelota a la calle con
la que mientras nosotros recorremos 2 metros ella hace 200, pero tampoco eso
tiene que ver con que Pattie sea una perra grande, si no con que es una
cachorra…
Volviendo a Nanda, ella es una
perra tranquila y su nivel de actividad viene más determinado por su carácter
que por su talla. No es una perra inquieta como sí lo son muchas razas
pequeñas, con lo que no le cuesta echarse esté donde esté. En realidad Nanda es
una perra bastante vaga, pero no es que lo sea ahora con los años, es que
siempre ha sido así. Le gusta correr en determinados sitios, como una actividad
deportiva extra y excepcional, por ejemplo en la finca, pero en otros lugares
como la playa prefiere escarbar. Por norma general y aunque vaya suelta, no
tiene problema en caminar a tu paso y echarse cómodamente a tus pies cuando te
detienes. Nanda, nunca le vio sentido a lo de correr detrás de un objeto, ella
es más de destrozar, le gustan los juguetes de resistencia no los de lanzar.
Por eso todos estos años con ella he aprendido que mi idea preconcebida acerca
de los inconvenientes de su tamaño no tenía nada que ver con la realidad si no
con mi ignorancia. He tenido perros pequeños que eran incapaces de estarse
quietos, y ahora tengo una perra mediana a la que a veces me cuesta mover.
Pero como me gustaría hablar largo
y tendido sobre este tema, voy a dejar la comparación entre mis perros para la
semana que viene, y así ni a mí se me acaba el espacio ni a vosotros se os hace
largo.