El otro día hablamos de la domesticación del perro y de cómo
ha evolucionado con nosotros desde los albores de la sociedad para formar una
manada híbrida con los humanos. No podíamos dejar de lado la intrahistoria de
los gatos y su particular concepción de la domesticación.
Antes de llenar miles de powerpoints y vídeos de youtube los
gatos ya se habían ganado su propio espacio entre nosotros. Sus cachorros
perfectos como peluches vivientes nos encandilan pero no se amilanan ante
nosotros dejando entrever el decidido carácter de estos animales que están en
nuestras vidas porque así lo han decidido, no porque nadie se lo haya impuesto.
Hace tiempo había leído en un dominical que en realidad
nuestros compañeros felinos siguen siendo leones encerrados en el cuerpo de un
gato. Que nunca los hemos domesticado porque ellos nunca se han doblegado a
nosotros. Simplemente nos toleran y son ellos quienes deciden o no elegir
nuestra compañía. Quien haya tenido la suerte de compartir su vida con un gato
no negará que en estas líneas se encierra una gran verdad.
Fotografía encontrada en Google, de origen desconocido. |
Quizás la principal diferencia respecto a otras especies
domesticadas como los perros es que los gatos no son normalmente animales
sociales; a excepción de los leones, los felinos suelen ser animales solitarios
y autosuficientes que solo comparten espacio y tiempo con sus congéneres en la
época de reproducción. Al no ser sociales no pudimos sustituir a sus líderes
animales como en el caso de los perros, ellos siguen siendo su propio Alfa.
¿Pero cuando empezaron a tolerar nuestra presencia y a vernos
como posibles compañeros de piso? Las fechas exactas al igual que en el caso de
los perros no están claras. Durante mucho tiempo se ha creído que fueron los
egipcios quiénes los domesticaron y veneraron a partes iguales. Sin embargo
cada vez se hallan más restos arqueológicos que dan fe de la larga convivencia
entre humanos y felinos.
Se supone que los gatos monteses, antepasados de los gatos
domésticos, se acercaron a los asentamientos humanos con la llegada de la
agricultura. El almacenaje de las cosechas debió atraer a múltiples roedores y
este cazador los siguió hacia nuestras poblaciones. Su trabajo para mantener a
raya las plagas de ratones tuvo que ser muy apreciada por nuestros ancestros
que procuraron que los gatos permaneciesen junto a ellos. Esto se evidencia por
la alimentación de estos felinos primigenios cuyo análisis ha desvelado que se
basaba más en sucedáneos del mijo (cultivado por los hombres) que en los
ratones. Se deduce que es probable que fuesen alimentados para garantizar su
presencia en las poblaciones.
Extracto de un documental en el que se habla de la
domesticación del gato:
De esta relación de beneficio mutuo, surgió una convivencia de
milenios. Los gatos tan suyos, siguen decidiendo por sí mismos los tiempos y
los espacios. Se han ganado a pulso su puesto en nuestra sociedad. Al contrario
que los perros no nos necesitan para sobrevivir, y sin embargo han decidido
permitirnos seguir disfrutando de su compañía.