Quería dedicarle unos minutos de
mi tiempo y del vuestro a simplemente manifestar un concepto que por lo que
parece para algunos es difícil de entender: mi perra y mi gata no son mascotas,
son miembros de pleno derecho de mi familia. Es decir, no tengo simples
animales, tengo dos compañeras de otra especie. Así de simple.
MARÍA, JAVI, NANDA Y SU AHIJADO ROLAND |
Antes de que alguno se lleve las manos a la
cabeza y me diga que estoy mezclando churras con merinas, voy a intentar explicarme
y ahondar en el asunto.
Distingo perfectamente una
persona de un animal. Es más, distingo a la perfección las diferencias que hay
incluso entre distintas especies de animales. Sé que cada uno de nosotros tiene
unos códigos y unas limitaciones distintas. Sé que puedo pedirle a mi perra que
me siga al fin del mundo pero no que razone y me diga cuantas son dos más dos.
Sé que hay lugares en los que será bien recibida y otros en los que no procede
que me acompañe. Sé que tiene que estar bien educada para garantizar que viva
en una sociedad de convivencia. También por supuesto sé que no es una persona,
no digamos ya un niño. Mi perra no razona pero yo razono por las dos. Pero eso
no quiere decir que no cuente con ella.
Lo mismo podría decir de la gata,
aunque con distintas disposiciones. Sé que mi gata tolera con resignación
cristiana perros y visitas, que soportará que le reclames la cazadora en la que
se ha acurrucado e incluso que la desplace del sofá en el que se había echado a
dormitar, pero no puedo pedirle que me ayude a hacer la declaración de la
renta, que entienda que tiene que ir en trasportín cada vez que sale de casa o
que el veterinario no es el campo de concentración en el que ella cree que
vamos a internarla.
NANDA Y LUNA |
Son animales y como tales los
trato. Yo doy las órdenes y pongo las normas, pero eso no quiere decir que no
las quiera. Están a mi cargo y lo estarán mientras vivan que espero y deseo
fervientemente sean tantos años que revienten las estadísticas. Pero esto que
para mí es bastante simple, parece ser que hay mucha gente que no lo entiende.
Y me sorprendo a veces cuando veo las reacciones de algunas personas, muchas de
las cuáles son incluso amigas, pero a veces parece que provengamos de Marte.
Conozco mucha gente que no acaba
de entender que si mi perro se pone enfermo para mí es un problema. Que si me
cambio de piso y no admiten animales no voy a coger ese piso por muy idóneo que
éste sea. Que si hago planes para estar fuera tengo que contar con ellas o con
donde reubicarlas. Que si no estoy con ellas durante X tiempo me preocupo y
llamo al canguro improvisado para preguntar qué tal están y qué han hecho. Porque
para mí no son simplemente un perro y un gato.
Hay demasiada gente que no
entiende que los animales son a veces verdaderos bastiones morales a los que
aferrarnos. Tengo amigos, conocidos y familiares, que se apoyan en sus perros o
sus gatos para sobrellevar la soledad. Gente para quiénes sus vidas no tienen
sentido sin sus amigos de cuatro de patas. Personas que no tienen más compañía
diaria que la de ese bicho por el que se desviven, que les acompaña día tras
día convirtiendo sus casas en hogares. Ya no pido que lo entiendan, me conformo
con que lo respeten. Le pediría a toda esa gente que nunca ha entablado una
relación así con un animal que se ahorren todos esos comentarios del tipo: los
gatos transmiten enfermedades; los perros se celan de los niños; pero sobre
todo esa manida frase de: pero si solo es
un perro/gato, porque ahí sí que no. Por ahí no paso. Ahí os equivocáis de
pleno, no son un perro o un gato, son dos miembros de mi familia.