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GATOLOGÍA Y EGIPTOLOGÍA O COMO LA FASCINACIÓN POR LOS GATOS NOS VIENE DE LEJOS :)

Hace ya bastante tiempo que le dedicamos una entrada a los inicios de la convivencia entre humanos y felinos. Aunque ni siquiera los expertos se ponen de acuerdo en el milenio en el que comenzó nuestra relación, hay un punto de inflexión en nuestra historia común: el antiguo Egipto.

Los asentamientos humanos a la vera del Nilo, comenzaron cuatro milenios antes de la civilización cristiana, durante el Neolítico y su cultura se extendió hasta el año 30 después de Cristo, cuando Egipto, se convirtió en una provincia romana con la entrada de Octavio en Alejandría.

La sociedad egipcia se basaba en una economía agrícola lo que probablemente atrajo a las poblaciones felinas y dio comienzo a la intensa relación entre humanos y animales que ha llegado hasta nuestros días. Los gatos protegían los silos en los que los egipcios guardaban las cosechas, controlaban las plagas de roedores, incluyendo las ratas portadoras de enfermedades y cazaban serpientes convirtiendo en lugares más seguros los hogares en los que se encontraban. No obstante esa no fue la única razón de la veneración del pueblo egipcio hacia los felinos. Su concepción del universo al contrario que la nuestra, consideraba al hombre una parte más de la naturaleza lo que incluía que todas las especies animales y vegetales merecían el mismo respeto. Esta percepción difiere mucho de nuestra herencia judeocristiana en la que el hombre es el centro y las especies están para servirle. Ya Herodoto, uno de los padres de la Historiografía, recogía sorprendido en sus escritos en el siglo V a.C., como los egipcios convivían con los animales en sus casas. Más debió de sorprenderle aún que cuando éstos fallecían, se les realizasen ritos de enterramiento y se estableciesen períodos de duelo como a un miembro de la familia más.

No fue el gato el único animal con el que convivieron los egipcios, está documentada la presencia de todo tipo de especies domesticadas con mayor o menor suerte, entre las que destacan los monos, o los grandes felinos que solían acompañar a los faraones. No obstante la relación entre humanos y animales se dio a lo largo de todas las clases sociales. 

Los egipcios supieron entender el carácter individual del gato y su falta de servilismo hacia el amo. Tanto admiraban sus características que las asimilaron a muchos de sus dioses protectores. Se asociaba su carácter voluble a la feminidad llegando a asociarse a la imagen de Hathor la diosa de las mujeres, la belleza, el amor y la música.

BASTET

La más conocida sin embargo es Bastet, la diosa-gata, considerada la guardiana y protectora del hogar. A Bastet le dedicaron incluso una ciudad, Bubastis en el que habían erigido un fastuoso templo y en la que se celebraban anualmente grandes festejos. Al llegar el Fin de Año, era costumbre regalar gatitos, tanto reales como figuras, para desear buena suerte. En el templo de Bubastis se criaban gatos al considerarse estos la encarnación de la diosa, y al fallecer eran enterrados en el cementerio de la ciudad. Como curiosidad, y para dar idea del cambio de mentalidad de las distintas civilizaciones, comentar que en el s. XIX cuando los arqueólogos ingleses descubrieron la necrópolis, decidieron utilizar las más de 300.000 momias felinas como abono para sus jardines.

Los animales domésticos eran embalsamados y enterrados con el mismo cuidado que los humanos. Así, si fallecía el gato de la familia, éstos se afeitaban las cejas como señal de luto, mientras que si era el perro el que moría se rapaban todo el pelo de la cabeza y el cuerpo. En su configuración del más allá, los egipcios pensaban que solo si el muerto había sido un ser puro y bueno tendría acceso a la otra vida. Cuando sus animales fallecían, los dueños estaban seguros de que tendrían derecho a la vida eterna.

Os diré más, se dice que Egipto perdió una batalla frente a Persia, porque los soldados persas, sabedores del respeto que los egipcios sentían por los felinos, ataron gatos a sus escudos, rehusando los egipcios a luchar por no dañar a los animales. Probablemente esto sea tan solo una leyenda, pero sí es una realidad que las leyes egipcias recogían, que si alguien mataba un animal intencionadamente, debía ser condenado a muerte. 

Todo esto sucedía hace varios milenios, en Egipto, en una civilización fascinante en muchos aspectos. Su concepción respetuosa de la convivencia animal es uno de ellos, un buen espejo en el que no estaría de más nos volviésemos a mirar. 






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